Si alguien propone ir por un trago a media semana, pues créanme
que yo diría: “Me apunto”, quienes me conocen saben que me encanta salir con
mis amigos comer algo y tomar algo como de rigor. Mis hábitos casi alcohólicos
distan mucho de cómo era cuando tenía 17 años, a decir verdad siempre tuve reparos
en cuanto a la ingesta de alcohol, supongo que era un miedo enraizado en mi
consciente y subconsciente, y es que ser hijo de un alcohólico pues te hace más
propenso a caer en el mismo vicio.
Hasta los 17 años, no tomaba más que gaseosa (coca cola, que
siempre fue mi favorita), y como salía muy poco, pues mi “cultura etílica” era
nula. No es sino hasta mediados de mi primer año después de haber terminado el
colegio que me emborracho por primera vez, mi madre me castigo, mi padre tuvo
la frescura de reprenderme, aun cuando solo había seguido su ejemplo. Aunque nada me dolió tanto como el miedo a
parecerme a mi padre, y dar esos espectáculos dominicales, tan bochornosos, en
los que muchas veces se quedo dormido en la puerta de la casa, o en el baño, o perdía
sus documentos, llaves, dinero, llegaba a casa, golpeaba, insultaba, y comía
como un animal, ensuciándolo todo. Me jure a mi mismo nunca volver a tomar
hasta el punto de no tener control de mis actos, siempre me dio miedo el
parecerme a mi padre.
No es hasta el 2008 durante la primera fiesta del Británico,
por el Día del Maestro, la misma que tuvo lugar en el Hotel MARRIOT, que rompí
mi racha de abstinencia y bebí lo que no había bebido en todos esos años. Desde
entonces en cada reunión a la que asisto, empino el brazo como un profesional,
haciendo mezclas que ni químico farmacéutico jajaja, me encanta beber licor, hoy
en día mirando en retrospectiva, asumo mi alcoholismo como moderado. Pues
siempre se hasta donde tomar, luego solo tomo agua a o gaseosa, llamo un taxi y
de regreso a casa, llego, me ducho y me meto a la cama, pues no admitiría el
hacer lo que hacia mi padre.
Mi gordis se ríe, y me dice, quien te viera hace 4 años, no
tomabas más que Coca-Cola, o limonada frozen, ahora, te sabes lo que contiene
cada trago, y para colmo, todavía bebes entre semana, y es que no hay cosa más
relajante que llegar a la casa después de un día de trabajo, lanzar los zapatos
ni bien cierro la puerta tras de mí, vaciar mis bolsillos sobre la mesa del
comedor, servirme una copa de vino o un screwdriver, y desparramarme en mi sofá,
a veces esa copa de vivo o ese screwdriver se multiplica, por 2 o por 3,
mientras veo televisión y converso con mi gordis.
Como fiel seguidor de René de Calle 13, he mezclado pepas
con alcohol, y es que no hay nada que potencie más el efecto de los analgésicos
a los que soy adicto que un Apple Martini o un Black Russian.
He aprendido a disfrutar de una velada entre tragos y risas
descontroladas, pero siempre me pongo un límite, y es que el alcohol me vuelve
un poquito fácil jajaja, así que tengo que moderarme para no caer en tentación,
a menos que esté con mi gordis, en ese caso, que se aproveche de mi jajaja.
Así que como siempre decimos, arriba, abajo, al centro y
adentro…salud, por ellos aunque mal paguen jajaja.
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