Es gracioso darse cuenta que a pesar de los años y todo lo que uno ha vivido, aún se conserva un toque de ingenuidad y fantasía en el corazón. Sueños simples y casi rayando en lo tonto. Y es que cerca de mis cuarenta y cinco años aún me ilusiona una pizca de esperanza de igualdad en mi país, una que en fondo sé que se esfumará más rápido que mi salud.
Recientemente se aprobó debatir el predictamen de la Unión Civil, después de 21 años de haberlo peloteado una y otra vez y sin embargo, después de tantos años, la realidad nos sigue siendo adversa. Se sigue pretendiendo discutir derechos humanos bajo un enfoque de oscurantismo religioso. Y aún más disminuyendo la importancia que tendría algo así para el 10% de la población del país y para que futuras generaciones no se sigan sintiendo ciudadanos de segunda.
Invitar a un pastor a un programa de televisión a discutir un tema meramente legal y económico equivale a invitar a un psiquiatra a discutir si el ceviche se debería de servir con papa y camote o con yuca y camote.
Los comentarios en redes están en punto de ebullición, algunos descaradamente agresivos señalando a la comunidad LGBTQ+ como el agente causante del fin del mundo por decir lo menos. Clamando que de aprobarse tal ley tan "aberrante" "ilegal" e "inmoral", su deidad desatara toda su furia sobre la nación. La misma que se ha visto desatada contra los mandatarios de países que bombardean niños, de pederastas dentro de círculos religiosos, de madres que abandonan a sus hijos en basurales, de hijos golpeando a sus padres, de violadores en manada. A sorry, me equivoqué, a ellos no les toca la ira de los cielos, porque son heterosexuales.
Otros tan recatados como incongruentes: "yo los respeto, pero que hagan sus cosas en 4 paredes" y mi favorito "que vivan sus vidas pero que no exijan esos derechos". El aceptar a una persona a medias es simplemente mezquino y denota la hipocresía de esta sociedad que se ha quedado en el Medievo.
La comunidad de Iglesias Evangélicas y Cristianas se ha pronunciado enfáticamente en contra de tal proyecto de ley, aseverando que es una afrenta contra la familia tradicional que según tengo entendido debería ser como la que se describe en la biblia y corrijan si es necesario, pero sería una madre adolescente (María, una adolescente de entre 13 y 15 años) casada con un hombre cuarentón ( José rondaba entre los 40 y 45 años) y un niño que no era del esposo. O quizás unas hijas drogando a su padre para continuar la descendencia (Las Hijas de Lot). Otros dicen que no es natural, que va en contra de las leyes de Dios, los mismos que se han casado y divorciado, recortan sus barbas, tienen tatuajes y piercings, se visten con ropa de más de un material y/o poliéster, y comen su pan con chicharrón y su ceviche mixto los domingos, eso sí está escrito textualmente en la biblia, ah, pero es que no se puede considerar el texto la pie de la letra sin un contexto, pero sí se puede seguir limitando derechos con ese mismo libro y ese contexto histórico tan diferente al actual. Pero una vez más, como no les gusta la manera en que otros viven y aman hay que atacarlos. Y si señores y señoras hay parejas LGTB que se han mantenido juntas más tiempo que el común denominador de las parejas heterosexuales de hoy en día.
En un mundo con billones de seres humanos y casi 4200 religiones distintas. El pretender que toda se rigan bajo los preceptos de solo una, sigue siendo una forma de discriminación. Los preceptos de tu religión te obligan y prohíben a ti y solamente a ti hacer algo o a no hacerlo. Mas no a los que profesan otras religiones. Y mucho menos a aquellos que no profesan ninguna.
En fin, solo queda esperar lo que ya sabemos, no se alcanzarán los votos en el pleno del congreso y una vez más el fanatismo religioso reinará. A seguir esperando y como dicen por alli: quizás en otra vida.
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