Sin lugar a dudas, el hombre que más a influenciado en mi,
es mi abuelo. Nacido en Sullana hace 80 años,
tuvo una infancia difícil, su madre murió cuando el tenia solo 4 años,
su padre se volvió a casar, pero lamentablemente era una mujer de mal carácter,
egoísta y abusiva, golpeaba a mi abuelo, y a veces ni siquiera los alimentaba.
Mi abuelo y mi tía abuela Dominga, a
quien hice referencia cuando hable de mi abuela, fueron más que hermanos,
grandes amigos. Mi abuelo comenzó a trabajar desde muy joven.
Eduardo Agurto Flores, o el Agurtito como le decimos sus
nietos, ha sido el pilar más fuerte e incorruptible de nuestra familia. A los
17 años ingreso al servicio militar obligatorio en sus natal Sullana, para ese entonces
era el mejor carpintero, allí se desenvolvió en su oficio ganando respeto y admiración
por parte de sus compañeros y jefes. Al
terminar su servicio, no se re-engancho en el ejército, decidió probar suerte aquí
en la capital, Lima. Al mismo tiempo que se reencontraría con su hermana quien había
migrado a Lima, algunos años antes, y se había hecho muy amiga de Manuela, una
jovencita piurana, que terminaría siendo mi abuela.
Mi abuelo trabajo arduamente toda su vida, es más aún el día
de hoy lo hace. Trabajo como guardián y como chofer de la movilidad escolar del
Colegio Matter Purisima, es allí donde conoce entre otros a Gianmarco, a
JeanPaul Strauss, y a Susel Paredes, de quienes me ha contado historias increíblemente graciosas, las mismas que he
podido corroborar gracias a que el mundo es un pañuelo, y durante mis años de
universidad tuve la suerte de conocer a Susel Paredes, que paso de ser mi
profesora, a jefa y luego mi amiga. Mi abuelo es la persona más ocurrente, graciosa,
puntual y responsable que conozco. El respeto y afecto con que los amigos, y
compañeros de trabajo se refieren a él, es algo que nos llena de orgullo. Trabajo
muchos años en aquel colegio, luego compro un ómnibus y junto a unos amigos se
formo la cooperativa Chama, la misma que con el tiempo se convertiría en la
Empresa de Transporte Urbano CHAMA S.A. de la que mi abuelo fue miembro
fundador y es al día de hoy accionista y miembro del área de disciplina.
Recuerdo que cuando éramos pequeños mi abuelo nos llevaba a
la playa León dormido o a Naplo durante el verano, y como íbamos en el bus, no
solo íbamos nosotros sino que invitaba a los vecinos del barrio así que el
carro iba con sus 58 asientos llenos, y el pasadizo repleto de canastas con
arroz con pollo, papa a la huancaína, tallarines rojos, gaseosas, cervezas,
chicha morada, mandarina y un montón de cosas más que comíamos durante el
trayecto y a la hora del almuerzo.
Mi abuelo siempre ha demostrado su afecto, siempre nos ha
dado un abrazo y un beso a todos sus nietos, conversamos mucho de todo un poco,
y también me ha enseñado a utilizar las herramientas de su improvisado taller
en el amplio garaje de la casa que construyo hace casi 32 años en San Martin de
Porres, y de la cual las puertas, ventanas, muebles de la cocina, mesas,
vitrinas y aparadores, han sido creación suya. Mi abuelo me ha enseñado el
valor del trabajo manual, el no temerle a ensuciarse las manos, en dedicarle el
110% a cada cosa que se inicia, a no darse por vencido, pero sobretodo, el me
ha enseñado que la unión familiar es nuestra mayor fortaleza, es por eso que
siempre que podemos (casi todos los domingos) nos atrincheramos en la gran sala-comedor
de la casa de mis abuelos y compartimos un almuerzo suculento y abundante, con
un par de vinos (a veces 3 o 4) y contamos anécdotas, hacemos planes juntos, o
simplemente contamos chistes.
Mi abuelo, ha demostrado siempre entereza y honor en su
actuar diario, y un entusiasmo insuperable, goza de muy buena salud, hasta el
año pasado jugaba futbol en la canchita en frente de la casa con vecinos
menores que él, no es hasta finales del año pasado, que se somete a una operación
de la Próstata, de la cual, se ha recuperado completamente, pero ha dejado de
jugar, aún así los sábados, domingos y feriados, se pone su buzo y sus
zapatillas y se va a ver a sus amigos jugar, se toma un par de cervezas y
siempre regresa a almorzar, mi papá lo acompaña en este pasatiempo de fin de
semana, y muchas veces han jugado en equipos contrarios, por lo que mi papá que
juega de delantero, le ha anotado varios goles a mi abuelo que juega de
arquero. Luego cuando el partido termina, sus amigos le dicen a mi papá, ahora
el Agurto te deshereda, y ambos echan a reír a carcajadas.
Sólo una vez lo he visto derrumbarse, al punto que desconocí
a ese hombre fuerte, seguro, y protector, hace ocho años falleció su hermana,
mi tía-abuela Dominga, la tía Minga para los sobrino-nietos, mi abuelo
simplemente no pudo resistir y lloro como nunca lo he visto llorar, y con el
lloraba mi abuela, que había perdido no solo a una cuñada sino a una gran
amiga. Los hijos de mi tía Dominga también se derrumbaron, mi mamá atendía a
mis abuelos, mi papá estaba de servicio, así que fue yo quien entro a la sala
de emergencias a ver a la tía Dominga que tenia muerte cerebral pero, cuyo corazón
todavía latía, débilmente, pero latía, luego de un rato de bombear oxigeno, el corazón
de mi tía se detuvo. Salí de la sala de emergencia acompañado del doctor, quien
dio la noticia, todos lloraron aun más fuerte, yo sacudí de los hombros a la
mayor de las hijas de mi tía Dominga y ella acompaño al doctor ha hacer el
papeleo correspondiente. Yo me quedé a abrazar a mi abuelo. A veces cuando hablamos de mi tía Dominga, mi abuelo suelta un lágrima, pero luego ve a sus nietos y bisnietos y sonríe, de él aprendi que no es malo estar triste y llorar, sino que hasta cierto punto, esto te sirve para ver bien el amor que a uno le rodea.
En mi familia, nunca se recuerda el día en que mi tía abuela
falleció, en mi casa se celebra su cumpleaños el primero de Mayo, se hace una
misa y luego se va al cementerio y se le pone rosas naranjas, pues eran sus
favoritas.
Hoy en día, a sus 80 años, mi abuelo ha pasado a formar
parte de los pocos afortunados que ostentan el título de Bisabuelo, y es tierno
y enriquecedor ver a mi abuelo sentado en el medio del sofá de la sala al
costado de mi abuela y rodeado de sus 5 hijos, 1 yerno, 2 nueras, 9 nietos, los
esposos de mis hermanas, y sus 3 bisnietos. Es genial, verlo jugando a la pelota con sus dos bisnietos. Pero lo que en realidad me emociona hasta los
huesos, y me anima a caminar con la frente en alto, y no dejar que nadie me
pise el poncho, o se me atreva siquiera a discriminarme por ser gay, es ver a
mi abuelo, sentado conversando con mi Gordis, de autos, del trafico, de la vida
misma.
Tengo el orgullo de ser el nieto de un hombre excepcional!
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