Debo aclarar que no soy un usuario regular del
Metropolitano, aun así en las 3 veces que he hecho uso de este servicio de transporte
he tenido experiencias que bien podría catalogarse como graciosas-sexy-excitantes.
La primera incursión en el metropolitano fue hace como un
año, había subido por necesidad y apremio a un bus que iba más apretado que una
lata de sardinas, y había logrado acomodar mi redonda humanidad cerca de una de
las puertas y me sostenía con ambas manos del pasamano superior, delante de mí estaba
parado un jovencito como de unos veinte tantos años, con esos jean ajustados y
a la cadera que revelan el elástico de su ropa interior, BOSTON se leía en
letras rojas sobre una franja negra horizontal que pugnaba por libertad, cosa
que me parece sexy aun cuando a las viejitas les parezca una huachafada, el bus
siguió su recorrido normal, con curvas sinuosas y frenadas en seco que
provocaban contorsiones pélvicas en los pasajeros, el viajecito se había vuelto
ajustado, caluroso y hasta cierto punto (bueno, desde mi punto de vista un
poquitín sexy), al parar en la estación central subió un grupo de personas,
entre ellas una mujer de unos cuarenta años, con un vestido floreado, tan
horrendo que aún hoy me produce ciertos escalofríos al recordarlo (por qué no
tenemos una policía de la moda y la refunden en un calabozo), en fin, se puso muy cerca a mí y al intentar hacerle espacio
a su prominente cuerpo, me empujo y por ende yo empuje al jovencito que yacía
de pie delante mío, ejercí cierta fuerza para al sentir un segundo empujón por
parte de aquella señora, y ella al notar mi nula cooperación, me empuja con más
fuerza, yo volteo y le digo: señora no empuje, que estoy empujando al de
adelante (creo que si hubiese dicho empujándosela al de adelante hubiese sido totalmente
valido), y el de adelante voltea, me
mira y me dice: empújame con confianza amigo, yo solo atine a sonreír y pensé:
Gay Detected! Creo que se imagina como prosiguió el viaje.
Luego de esa experiencia, utilice el servicio de transporte
por segunda vez, esta vez lo aborde en la estación El Milagro, cerca de la casa
de mis abuelos en San Martin de Porres con dirección a Chorrillos a visitar a
mis tías. Había recorrido la mitad del
camino y el bus había hecho su parada obligatoria en la estación Tacna, allí se
sube un sujeto de apariencia atlética (un cholo power en el argot popular) más
o menos alto con un polo sin mangas que dejaban a vista y paciencia sus brazos
fuertes y tostados por el sol, y llevaba en su mano uno de esos cascos plásticos
utilizados por los trabajadores de construcción civil.
El sujeto subió tranquilo y se posiciono cerca de mí, quizás
habría notado la lascivia en mi mirada, quizás había notado mi opción con ese
Gaydar que desarrollamos en la adolescencia, o simplemente le pareció un lugar
estratégico, ya que me había posicionado cerca a una de las puertas que nunca
se abre, me sostenía con mi mano derecha del pasamanos superior, y con la
izquierda sostenía la barra en la que me había apoyado, para hacer más
descansado el viaje. Como es lógico,
muchos más usuarios subieron al bus, este se lleno al punto de que el cholo
power y yo quedamos a 20cm de distancia, en una frenada, rozo la mano con la sostenía
su caso paralela a su cuerpo, yo me dije a mi mismo, fue por el movimiento del
bus, pero luego éste se detuvo ante una luz roja y el evento detallado
anteriormente volvió a suceder, pero esta vez dejo su mano sobre quita a la
altura de mi pubis, lo cual me pareció extraño, pero espere a ver qué sucedía, y
así viajamos por unos 20 minutos más, con su mano deslizándose lentamente sobre
mi bragueta, yo lo miraba verme de reojo, con una sonrisa maliciosa. Yo simplemente
murmuré en mis pensamientos más degenerados: Sírvete! Y me acomode para
facilitarle el asunto. Al llegar a mi estación de destino, él también bajo del
bus, acelero el paso y se perdió en la multitud. Segunda experiencia
para-sexual!
Pero, no es hasta mi tercera vez como usuario del
Metropolitano que lo catalogo como punto de cruising. Esta vez emprendí un viaje desde el Ovalo
Balta hasta la estación el Milagro, ya que iría a visitar a mi mamá y a mis
abuelos. Afortunadamente por ser medio día el bus estaba casi vacío, sólo
algunos asientos habían sido ocupados, ls otros revelaban una angustiante
soledad, así que con todos los espacios libres decidí sentarme en la parte
posterior del bus, me desparrame en los asientos y dirigí mi mirada a
deleitarse con el paisaje urbano, cuando este se detuvo en la estación 28 de
julio, subió un grupo de 4 chicas que se sentó cerca de la puerta, una pareja
de adultos mayores que recorrieron el pasadizo con paso de procesión de los
milagros y llegaron a salvo reguardo a sentarse en los asientos reservados. Y también
subió un hombre con terno negro y una corbata de un amarillo demasiado
chillante, la cual resaltaba a legua sobre su camisa también negra (en caso de
una eventual emergencia mecánica bien hubiésemos podido utilizar su corbata
para dirigir el transito), miró a ambos
lados del bus como cuando uno cruza la pista y decide sentarse a mi lado derecho
habiendo tantos lugares desocupados, abre el libro que estaba leyendo y yo
retome a mirar por la ventana.
Llegamos hasta la estación central, y es allí donde el
comienza a rozar su pierna sobre la mia, yo supuse que había sido accidental,
por lo que no le di importancia, pero al poco rato el pone sus mano izquierda sobre
su rodilla y la desliza disimuladamente sobre su pierna y toca con el reverso
de su mano mi pierna, la situación cambio, advertí otras intenciones, así que clave mis ojos en los suyos, como
preguntado qué pasa, él sólo sonrío y volvió a deslizar su mano entre su pierna
y la mía, voltee a seguir admirando el paisaje urbano, sin mover un milímetro mi
pierna, la situación me resulto deliciosamente inapropiada, luego se bajo en la
UNI pero no sin antes deslizar su mano por última vez, sólo que esta vez lo
hizo sobre mi pierna, recorriendo desde la rodilla hasta que sus dedos rozaron
mi bragueta, se puso de pie, se dirigió a la puerta, regreso a mirarme, como llamándome
para que lo acompañase, me hice el desentendido, y seguí con mi viaje.
Me pregunto que me deparará el próximo viaje en el
Metropolitano!
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