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Los hombres en mi vida III


Tener hermanos puede ser la experiencia más grata o una realmente dura batalla. Como ya lo he mencionado tengo tres hermanas con las que compartí mi infancia y con las cuales a veces nos peleábamos pero siempre estábamos allí los unos para los otros. Recuerdo que tenía 11 años cuando mi papá trajo pollo a la brasa, era un martes por la noche más o menos 9 o 10, estábamos en la sala-comedor con mi mama viendo Tv, ella lucia medio nerviosa, puso la mesa y nosotros felices, pues comer pollo a la brasa era uno de esas indulgencias gastronómicas que hoy en día es tan común como comerse un pan con mantequilla.  Nos sentamos, y cuando estábamos saboreando el pellejito crujiente del pollo, mi papá nos dijo: tenemos que darles una noticia…dio una pausa para incrementar el suspenso, luego tomo la mano de mi mamá y lo dijo, fuerte y claro, y la casa pareció retumbar con sus palabras: “el tendrán un hermanito o hermanita” se filtro por nuestros oídos y se coló en nuestras neuronas, Rosa, Graciela, Verónica y yo nos miramos, pero no supimos como interpretar tamaña noticia, sólo seguimos comiendo.
Notamos que la barriga de mamá crecía, y sus cambios de humor se hacían más radicales, así como sus antojos, los cuales compartíamos con deleite, eso de comer chocolate a media noche o helado a media tarde. El doctor le dijo a mi mamá que debía guardar reposo ya que el embarazo era de alto riesgo, así que una vez más asumí las labores de la casa, cocinaba temprano mientras veía televisión y hacia mis tareas en un cocacho, Rosa me ayudaba barriendo, y en los días que mi papá estaba de franco el lavaba la ropa, aunque como no sabía como la lavaba mi mamá yo terminaba haciéndolo, a esa edad lo único que no hacía era planchar.
El 15 de julio de 1992 nació Juan Diego, el último retoño de la familia Cáceres Agurto, mi mamá aprovecho a hacerse la ligadura de trompas – gracias a Dios, no me imagino el haber tenido un hermano o hermana más -, Juan era distinto a nosotros, había nacido gordo y con cabello rizado, nosotros habíamos nacido flacos con cabello lacio y en el caso de Verónica y el mío, sin cabello, de allí que me decía Cocoliso cuando era pequeño.  Debido a la ligadura de trompas mi mamá debía seguir manteniendo reposo, por lo que esta vez perfeccione mis habilidades cambiando pañales, cortando uñas,  y preparando biberones de madrugada.
Mirando en retrospectiva, supongo que la educación que recibió Juan Diego fue totalmente diferente a la nuestra, fue bastante más flexible y permisiva, por eso a veces se rebela. Siempre quise tener un hermano, pero la diferencia de edades, de gustos musicales, gastronómicos y de conceptos de moda han creado una barrera tan firme como el muro de Berlín. Supongo que la soñada relación filial que todos anhelan, en la que los hermanos comparten secretos, travesuras, mentiras y excusas, nunca se dio entre Juan y yo.  Ahora lo veo los domingos o días festivos en casa de mis padres, mi mamá siempre reniega porque llega tarde y a veces no llama ni para avisar y el siempre dice, la culpa la tiene Carlos, pues él nunca llegaba tarde, el nunca iba a fiestas y es que cuando vivía con mis padres, me dedicaba a las tareas domesticas y al colegio, y los permisos para fiestas eran nulos.  Aún así siempre he visto en Juan a un cuasi-hijo a quién mis hermanas y yo, nos hemos ocupado de consentir, para darle cosas que nosotros no tuvimos, aunque a veces sean tan monse que no se da cuenta del sacrificio, esperemos que cuando sea adulto, se de cuenta que la vida no es tan fácil como se la estamos pintando.
Supongo que esa relación trunca entre hermanos debido a los discordantes generacionales, la he suplido con la relación que tengo con mi novio, quien es mi amigo, mi confidente, mi cómplice. Considero, al menos en mi caso particular, que ser gay y tener un hermano hetero, me ha resultado genial, nunca nos hemos peleado por una chica, mi viejo sabe que él continuará con su apellido  y él sabe que como no tendré hijos, siempre lo voy a engreír a pesar de todo.
En nuestras diferencias, Juan y yo,  hemos coincidido en algo sumamente importante, que nos queremos y siempre estaremos allí el uno para el otro.

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