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San Gabriel, San José, San Pablo… cualquiera háganme el milagro!

Estoy más que seguro que al leer el título pensaron en el apocalipsis, y es que pensar en mi invocando a los santos sería una epifanía del fin del mundo jajaja. Ya todos saben que no profeso el credo cristiano, católico, apostólico y romano con el que mis padres y abuelos me educaron.
Resulta curioso el que haya vivido en distritos con nombres de santos: San Juan de Lurigancho, San Martin de Porres y ahora San Miguel, y como si no fuese poco, las clínicas donde me atiendo cada vez que tengo un accidente o estoy mal de salud, se llaman San Gabriel y San José, la primera pertenece al complejo hospitalario San Pablo.
De cada una de mis visitas he salido he salido satisfecho y dopado, y es que no hay nada mejor para un adicto a los analgésicos como yo que una clínica con los más poderosos del mercado. Alguna vez escribí en mi estado del Messenger: “Dios bendiga los analgésicos”, y eso resumiría una de cuatro adicciones. Sufro de “lumbociatalgia” la misma que a veces ataca con fuerza y me inmoviliza casi por completo, y es allí donde voy a paso de polka como decía mi mama a emergencias de la clínica san Gabriel, donde me ponen 2  endovenosas de Ketoprofeno con Orfeadrina y Tramal, allí soy feliz.  Debo añadir que es en la clínica San Gabriel, donde me han enyesado ambos tobillos en ocasiones distinta, y donde me hicieron una apendectomía de emergencia.  
Me han operado dos veces en mi vida, una fue a los nueve años, en las que me extirparon las amígdalas a los nueve años y de apendicitis a los 30 años. Recuerdo que para la segunda intervención quirúrgica ingrese a emergencia de la clínica San Juan Bautista en San Juan de Lurigancho el día 4 de enero de 2012 al medio día, por un dolor agudo de estomago, el cual atribuí a los desmanes de las fiestas navideñas, de año nuevo, cumpleaños de mi abuela y cumpleaños de mi gordis. Tenia un poco de fiebre y me dije carajo, infección intestinal, me darán Ciprofloxacino, y dos días e descanso medico, al menso eso esperaba yo, viene la dulce enfermera, me saca sangre luego de haber batallado por encontrar mis venas en mis brazos de BABE, al cabo de media hora regresa ella con los resultados y el doctor entra con ella al tópico y este me mira y me dice, tienes una súper infección, me ausculto y dijo: esto es apendicitis te vamos a internar y estarás en observación;  yo me repetía en mi mente: a la mierda, la cagada! Le dije que de ninguna manera me quedaría allí así que firme el formulario de alta voluntaria mirando fijamente el ceño fruncido del doctor a cargo de la sala de emergencia. Salí caminando, con mi mochila en el hombro derecho, tome un taxi rumbo a San Miguel, y al llegar a la clínica me hicieron otro análisis de sangre, la cantidad de leucocitos era de 18 mil y pico, lo normal es 1000, el doctor me ausculto, pero no había el dolor característico de una apendicitis así que me hicieron ecografía, estaba tumbado en la camilla con la panza y la pelvis embadurnada con un liquido muy parecido al LOVE LUB, y sobre el ecógrafo presiono fuertemente y allí si vi a Judas calato, como no pude con mi genio y al ver su cara de intriga observando la pantalla del aparatejo, le pregunte: “Y que tendré? Un varón o una nena? Y sonreí. El sonrió secamente y dijo: lo que tienes es un mega apéndice que puede estallar ya mismo, y pregunto: ¿a qué hora te operan?. Mi cara dibujo un signo de interrogación.
Me llevaron nuevamente al tópico de emergencia número 20 en una silla de ruedas que sentí que se iba a destrozar con mi peso. Al llegar me recosté sobre la camilla y entro el doctor, me dijo lo teneos que operar, lo vendrán a preparar les dije que ya pues.
Al cabo de unos minutos ingreso una enfermera, una de las cuatro que me atendieron ese dia – ella muy suelta de huesos me dijo: quítese la ropa!, yo atónito le respondí: “Y así como así, sin una cena, sin un trago, ni su nombre sé, créame tan fácil no soy, eh!”, ella se arrastró de risa y abandono el tópico. Procedí a desnudarme y a acodarme la bata, poco después entro la segunda enfermera y me dijo, lo llevaré a sala de operaciones, me subí en otra camilla y ella con mucho esfuerzo la empujo por el pasadizo, casi arrollamos a una viejita distraída, por lo que le dije: despacio, repite después de mi – “’este vehículo esta retrocediendo, pi, pi, este vehículo está retrocediendo”, no aguanto la risa y siguió con su labor. Al llegar a la sala, la tercera enfermera, me comenzó a poner las vías y a conectar los diodos del eco cardiograma, y a su paso, me desacomodaba la bata, y yo la volvía acomodar, para taparme obviamente, a la tercera no resistió y me increpo diciendo: “quédese quieto, ni que ninguna mujer lo hubiese visto desnudo”, allí si se me cruzaron los apellido, y le dije con firmeza: ninguna mujer me ha visto desnudo, hombres, muchos, pero eso es otro tema, ella tampoco contuvo la risa, aunque esta vez fue un poco temerosa.
La anestesióloga es punto y aparte, ella me pregunto si tenía con quien dejar mis efectos personales, le dije que no, que había ido solo y ella me dijo, la operación es rutinaria pero por lo general siempre se viene acompañado, le dije, mi pareja está trabajando y no avisare a mis padres hasta que esté en la habitación recuperándome, ella tomo mi mochila, mi USB y mi aro y lo guardó, refirió que las recibiría al terminar la operación,  luego comenzó a preguntarme sobre mi pareja, que cuántos años estábamos juntos? Que donde vivíamos? Que si nos habíamos casado? Y yo le dije que estábamos juntos hace 10 años, que vivíamos en San Miguel y que no nos podíamos casar aquí, pues las leyes no nos reconocían, ella, guardo un minuto de silencio como re-acomodando su esquema mental, luego me dijo: y por qué nos e van a argentina. Yo solo sonreí, me pusieron la anestesia y me operaron. Cuando desperté estaba en sala de recuperación mi mochila estaba a mis pies, abrí el bolsillo y saque mi celular y mi anillo, le mande un mensaje a mi gordis, cuando salí rumbo a mi habitación estaba toda la familia y la suya también, llegamos a mi habitación conversamos un rato y luego se despidieron,  mi gordis se durmió en el sofá y la enfermera vino a revisar mi temperatura y presión 4 veces. La cuarta vez vino por la mañana, y y ambos nos dimos la sorpresa de nuestras vidas, yo me estaba levantando de la cama, pues necesitaba miccionar, así que por inercia y medio adormecido me incorpore frente a la cama mirando hacia la puerta cuando esta se abre y la enfermera hace su aparición, le dije: “Buenos días” y ella reñalo a cierta parte de mi anatomía que parecía haberse recuperado más rápido que yo. Me puse rojo y me metí a la cama más rápido que volando, ella se acercó  y me tomó la presión y al salir de la habitación, me dijo: “nos vemos muchachote”, con una sonrisa pícara, yo solo me sonroje.
Al mediodía del día 5, casi 24 horas después de haber comenzado con los síntomas, me dieron de alta, me di un duchazo y salí caminando a la estación de enfermeras y solicite mis medicamentos, cruzando los dedos y deseando que me hayan recetado Arcoxia de 120mg, que es lo más fuerte en el mercado antes e la morfina, y cuando me dan los analgésicos eran paracetamol de 500mg, solo los mire, y allí si me puse triste. Rogué a San Gabriel porque me dieran algo más fuerte pero nada.
Creo que he tenido más suerte con las dosis de analgésicos cuando he ido por un ataque de migraña o una lesión lumbar, esperemos que en la próxima operación San Gabriel me haga el milagro y e receten morfina jajaja. Mientras eso sucede me seguiré abasteciendo mi botiquín con todos los analgésicos que me conozco y los que disfruto como un niño en una tienda de golosina.

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