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Mi abuela, una mujer fuerte y decidida, que siempre quiere tener la razón y cuyos afectos desproporcionados me enseño a cocinar, con ella preparábamos queques los domingos por la mañana cuando mi madre arrastraba a cuestas a su prole (4 retoños por ese entonces), recuerdo que tenía nuevo, ella me enseño mucho de lo que se en el arte culinario, su sazón era inigualable, aun ahora al hacer un aderezo, tengo flashbacks de esas lecciones, y si cierro mis ojos puedo verla con su mandil floreado y su cuchara de palo, dándole vueltas a las cebollas y ajíes a punto de ebullición. Ahora con el mismo carácter obstinado, pero con menor fortaleza física atiende su casa, se va al mercado, y jode a mi abuelo por miles de cosas, que si la ropa la puso en su sitio o no, que si los zapatos los va usar o no, etc, etc, supongo que he heredado esa neurosis compulsiva de querer tener todo ordenado a mi estilo, a mi tiempo interior.
La relación con mi abuela, se ha estrechado con los años, ella siempre terca no obedece a nadie, y cuando mi mamá o mi abuelo, o mis tías le increpan por no tomar sus medicamentos para la presión, ella explota como olla a presión y los manda a freír monos, es entonces que mi teléfono se desploma de recibir tantos mensajes de texto y llamadas de mi mamá, abuelo y tías, pidiendo que vaya a la casa urgente y que haga que mi abuela tome las pastillas, y es que con el transcurso de los años deje de llamarla abuelita, y pase a decirle Ortiz, La Ortiz como la conocen en mi casa, y también mis amigos más cercanos, llego, abro al puerta principal grito Ortiz, y ella desde donde se encuentra responde con otro grito y dice, estoy aquí tomando mis pastillas…mi mamá espectador obligado de la escena se arrastra de risa y se va a su cocina, luego nos sentamos en la mesa de la cocina de mi abuela y nos ponemos a platicar de todo, noticias, la familia, el vecindario, mi vida, su vida, mis sobrinos que cada día están más grandes y revoltosos, y obviamente, ella me pasa la tabla de picar y comenzamos a cocinar juntos, es allí cuando siento que no estoy con mi abuela, sino con una amiga. Y aunque nunca le he dicho que soy gay, ella creo que lo intuye y me pregunta por mi “amigo” quien va a las reuniones familiares.
Me enorgullece parecerme a mi abuela, pues es su fortaleza y su mal genio, lo que ha mantenido unida a la familia en las buenas y en las malas! Hoy la llamé y estuvimos dos horas al teléfono, y aprovecho a chismearme de la vecina del lado cuyo hijo le ha armado un escándalo en la vía pública jajaja
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