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Las mujeres en mi vida III (Mis hermanas)

Pensando en mis hermanas recordé una película antigua: “Hielo, fuego y dinamita” y bien podría utilizarla parta describir a mis hermanas.  Alguna vez en mi niñez y adolescencia resentí el hecho de tener solo hermanas, ya que no había de quien hablar, no había un cómplice para las travesuras, en cambio ellas eran el “poder de tres”, Indiferencia, Pasión y Carácter explosivo, todo en la justa dosis mezclado con la intuición femenina y la sangre que las hace una, ellas se tenían la una a la otra para chismorrear, darse consejos mutuamente, guardarse secretos, yo en cambio estaba solo. Aunque hoy en día ese resentimiento se ha desvanecido como nuestras rencillas, hoy pienso que fue una bendición el tener tres hermanas.
Aun recuerdo las veces en que mi mamá se iba a trabajar y nos quedábamos solos en casa, y sacábamos las verduras, las bolsas de arroz y azúcar y los acomodábamos en platos sobre el piso de la sala y para completar los ítems a vender, descuartizábamos las muñecas (pseudo-barbies) y las vendíamos como si fuese pollo, era hilarante, ahora en las reuniones familiares cuando nos acordamos de eso, nos arrastramos de risa. O la primera vez que prepare tortilla con hot dog y plátano frito, eran como las 8 de la noche y mi mamá aun no regresaba de un reunión de padres en nuestro colegio estatal, recuerdo que yo estaba por cumplir 8 años y Rosa tenía 6, Graciela 4 y Verónica . Verónica aún usaba pañal así que ese día le cambiamos el pañal con Rosa y Graciela, recuerdo que nos demoramos con 10 minutos doblando el pañal pues no nos salía un triángulo como el que mi mamá hacia, así que por último utilizamos dos pañales, 2 imperdibles con figurita de patito y una punta, y algo de talco y terminamos nuestra obra de arte con un calzón plástico con ositos. Verónica lucia como un tamal mal envuelto pero estaba limpia. Ósea misión cumplida. Luego Graciela empezó a repetir que se moría de hambre mientras Verónica tomaba su biberón con leche que rosa y yo le habíamos preparado haciendo maromas con el termo de agua caliente. Cansados de los casi berreos de Graciela, le dije a Rosa, cocinamos? Y ella me pregunta: Tu sabes prender la cocina? Y yo añadí, y claro, si es facilísimo…facilísimo, nada que ver, fue una odisea a lo Homero, teníamos una cocinita de kerosene, con dos hornillas, las mismas que tenían una mecha que se tenía que encender e ir graduando,  y esta estaba encima de una mesa alta a la que ninguno alcanzaba, así que jalamos un banquito de la sala y me subí en el, Rosa fungió de asistente tipo quirófano, yo le pedí fósforos, y estire mi mano, ella tomo los fósforos de cerca del caño y me los paso y dijo fósforos, saque uno y lo encendí, al levantar el tambor de la hornilla el fosforo se me apago, y sucedió así como 3 veces, al final lo logramos, puse a calentar baje del banquito y me fui a la mesa, le dije hay que batir los huevos, los destrozamos pues nunca pudimos romperlos en mitades como lo hacia mi mamá o mi abuela,  en fin, cortamos los hot dogs dizque en rodajas, pero eran triángulos, dodecaedros, etc , me subí de nuevo al banquito, puse la sartén eche aceite y lo deje calentar como lo hacía mamá, con el gesto de la mano para probar la temperatura, luego vertí los huevos batidos y lo deje cocinar, lo gire con la espátula y la tortilla se partió, le dije a Rosa se partió y ella con esa inteligencia de niña practica me dijo machúcala y párchala que Graciela esta que llora. Lo hice, la machuque contra la sartén y la parche, terminamos de freír 3 tortillas, y los plátanos que Rosa y Graciela habían pelado 9 hasta que Graciela se hizo una pes), apagamos la cocina y servimos la mesa, estábamos por sentarnos cuando Graciela nos pregunta y el agua?, Rosa y yo nos miramos, nos levantamos y nos metimos de nuevo a la cocina, endulzamos té que mi mamá había dejado preparado en una jarra y de nuevo para la mesa, estábamos comiendo cuando mi mamá abrió la puerta de un sopetón, toda agitada y asustada, preocupada por sus crio, y nos miro comiendo y pregunto: Llego tu papá? Le dijimos que no, ella levanto una ceja, - la izquierda como es su costumbre – y dijo con tono inquisidor: su abuela? No, dijo Rosa, nosotros cocinamos, esta rica la tortilla, mi mamá me miro, se acerco, nos reviso por todos los lados, mientras nos preguntaba, no se cortaron?, no se quemaron? Y Vero? A lo primero contestamos que no, y luego le dijimos que Verónica estaba en el cuarto durmiendo, fue y corriendo y nosotros pollitos fuimos atrás de ella, la vio envuelta como un tamal, se rio, volvió a mirarnos y nos abrazo, se sentó a la mesa con nosotros y comío nuestra tortilla, la cual estaba un poco insípida, peor mi madre elogio como si se hubiese de un plato preparado por Gastón Acurio.
Siempre jodemos a mi viejo en las reuniones familiares, y es que le hacemos recordar que somos los únicos niños a los que se les ha castigado por ir al colegio…recuerdo que un día cuando estaba en 5to de primaria, yo tenía  unos 10 años, Rosa 8 y Graciela 6,  el llego del trabajo (había estado de guardia en la comisaria de la Huairona en San Juan de Lurigancho), en fin, llego a la casa a eso de las 9 de la mañana tomó desayuno mientras nosotros hacíamos nuestras camas y nuestras tareas, mi mamá se había ido al hospital de policía con Verónica y de allí iría a ver a mi abuela materna, así que al irse él a dormir, nosotros preparamos el almuerzo, el menú: arroz chaufa con camote sancochado y chicha morada que mi mamá había dejado preparada y refrigerándose.  Nos duchamos, nos pusimos el horrendo uniforme escolar, las insignias, y nos sentamos a almorzar, terminamos y le vamos a pasar la voz a mi papá que tenia la fea costumbre de cerrar la puerta con llave, y oh sorpresa, mi viejo no se despierta, intentamos despertarlo entre los tres y no pudimos, recuerdo que nos dijo ya almuercen ahorita salimos y esperamos, ya se nos hacia tarde, así que subimos a la azotea, y esta colindaba con la azotea de una vecina, la Sra. Ormeño quien siempre nos invitaba uvas y mangos que crecían en su jardín, así que la llamamos y le contamos nuestro drama y ella nos dejo saltar el muro hacia su casa y salir por su puerta principal, le dimos las gracias y nos fuimos bien campantes al colegio, cuando a eso de las 4pm nuestro papá llega al colegio y nos lleva a rastras a los tres a la casa, y al llegar nos increpa nuestro proceder y el no haberle pasado la voz, etc etc, le intentamos explicar las cosas, pero para el hablábamos chino, nos dio una tunda (hartos correazos – obvio a mi me cayeron más por ser el mayor y estar a cargo de mis hermanas), y de allí nos mando de nuevo al colegio. Así que siempre que queremos joderlo se lo recordamos. Y le decimos a mi hermano, moraleja, no vayas a la universidad si tu papá no te lo dice explícitamente y soltamos a reír.
Hay anécdotas interminables, pero los más graciosos tienen que ver con Verónica quien nos resulto más traviesa que todos juntos, ella se metía debajo de la cama de mis padres y encendía fósforos, ella, se tomaba la Thimolina Leonard, ella se pegaba las toallas higiénicas de mi mamá sobre el cuerpo porque decía que tenía yayita y esas eran sus curitas (súper absorbentes jajaja), ella cortando los billetes antiguos con imágenes de Túpac Amaru, Avelino Cáceres y Miguel Grau, todo un sueldo al agua, o mejor dicho a tacho pues, los recorto y los boto!
Los anécdotas aguerridos son los de mis hermanas Rosa y Graciela, Rosa la aguerrida siempre me defendía en primaria, se mechaba con quien jodiera, ella repartía golpe a diestra y siniestra. Graciela era la chancona de la familia, un poco quisquillosa y caprichosa.
No sé que hubiese sido de mi infancia sin mis hermanas, pues cuando recuerdo las cosas por las que pasamos, las cosas que hicimos juntos, solo me queda sonreír, estábamos chicos y éramos traviesos, pero dentro de nuestras diferencias y carencias, éramos felices. Ahora lo somos más pues el cariño de hermanos, cambia, se fortalece, nos hace más poderosos, el “poder de tres” hoy en día es el “poder de cinco” incluyendo a mi hermano y a mí.

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