Pensando en mis hermanas recordé una película antigua: “Hielo, fuego y dinamita” y bien podría utilizarla parta describir a mis hermanas. Alguna vez en mi niñez y adolescencia resentí el hecho de tener solo hermanas, ya que no había de quien hablar, no había un cómplice para las travesuras, en cambio ellas eran el “poder de tres”, Indiferencia, Pasión y Carácter explosivo, todo en la justa dosis mezclado con la intuición femenina y la sangre que las hace una, ellas se tenían la una a la otra para chismorrear, darse consejos mutuamente, guardarse secretos, yo en cambio estaba solo. Aunque hoy en día ese resentimiento se ha desvanecido como nuestras rencillas, hoy pienso que fue una bendición el tener tres hermanas.
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Siempre jodemos a mi viejo en las reuniones familiares, y es que le hacemos recordar que somos los únicos niños a los que se les ha castigado por ir al colegio…recuerdo que un día cuando estaba en 5to de primaria, yo tenía unos 10 años, Rosa 8 y Graciela 6, el llego del trabajo (había estado de guardia en la comisaria de la Huairona en San Juan de Lurigancho), en fin, llego a la casa a eso de las 9 de la mañana tomó desayuno mientras nosotros hacíamos nuestras camas y nuestras tareas, mi mamá se había ido al hospital de policía con Verónica y de allí iría a ver a mi abuela materna, así que al irse él a dormir, nosotros preparamos el almuerzo, el menú: arroz chaufa con camote sancochado y chicha morada que mi mamá había dejado preparada y refrigerándose. Nos duchamos, nos pusimos el horrendo uniforme escolar, las insignias, y nos sentamos a almorzar, terminamos y le vamos a pasar la voz a mi papá que tenia la fea costumbre de cerrar la puerta con llave, y oh sorpresa, mi viejo no se despierta, intentamos despertarlo entre los tres y no pudimos, recuerdo que nos dijo ya almuercen ahorita salimos y esperamos, ya se nos hacia tarde, así que subimos a la azotea, y esta colindaba con la azotea de una vecina, la Sra. Ormeño quien siempre nos invitaba uvas y mangos que crecían en su jardín, así que la llamamos y le contamos nuestro drama y ella nos dejo saltar el muro hacia su casa y salir por su puerta principal, le dimos las gracias y nos fuimos bien campantes al colegio, cuando a eso de las 4pm nuestro papá llega al colegio y nos lleva a rastras a los tres a la casa, y al llegar nos increpa nuestro proceder y el no haberle pasado la voz, etc etc, le intentamos explicar las cosas, pero para el hablábamos chino, nos dio una tunda (hartos correazos – obvio a mi me cayeron más por ser el mayor y estar a cargo de mis hermanas), y de allí nos mando de nuevo al colegio. Así que siempre que queremos joderlo se lo recordamos. Y le decimos a mi hermano, moraleja, no vayas a la universidad si tu papá no te lo dice explícitamente y soltamos a reír.
Hay anécdotas interminables, pero los más graciosos tienen que ver con Verónica quien nos resulto más traviesa que todos juntos, ella se metía debajo de la cama de mis padres y encendía fósforos, ella, se tomaba la Thimolina Leonard, ella se pegaba las toallas higiénicas de mi mamá sobre el cuerpo porque decía que tenía yayita y esas eran sus curitas (súper absorbentes jajaja), ella cortando los billetes antiguos con imágenes de Túpac Amaru, Avelino Cáceres y Miguel Grau, todo un sueldo al agua, o mejor dicho a tacho pues, los recorto y los boto!
Los anécdotas aguerridos son los de mis hermanas Rosa y Graciela, Rosa la aguerrida siempre me defendía en primaria, se mechaba con quien jodiera, ella repartía golpe a diestra y siniestra. Graciela era la chancona de la familia, un poco quisquillosa y caprichosa.
No sé que hubiese sido de mi infancia sin mis hermanas, pues cuando recuerdo las cosas por las que pasamos, las cosas que hicimos juntos, solo me queda sonreír, estábamos chicos y éramos traviesos, pero dentro de nuestras diferencias y carencias, éramos felices. Ahora lo somos más pues el cariño de hermanos, cambia, se fortalece, nos hace más poderosos, el “poder de tres” hoy en día es el “poder de cinco” incluyendo a mi hermano y a mí.
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