Por más que digan que soy casi tan transparente como un el catafilo
de la cebolla, y que trato de mostrar todas las facetas de mi vida, tal cual
vienen, a veces violentas, a veces trágicas y lloronas, a veces surrealistas, a
veces cómicas, y otras veces simplonas, pues hay muchas cosas que no saben de
mi como por ejemplo que:
Me encanta el chocolate casi tanto como el sexo. El amargo,
el semi amargo, el chocolate de leche, el que tiene pasas y nueces, el de maní
no mucho en realidad, y también el chocolate blanco. Lo que no me gusta es el
chocolate de taza, el famoso chocolate Sol de Cuzco, es sin lugar a dudas algo
que mi madre y mi abuela preparaban en ollas tamaño “comedor popular” del
PRONAA para las celebraciones navideñas, pero que yo prefería ponerlo en un
vaso plástico y meterlo en el congelador y comerlo a la mañana siguiente como
adoquín. Ahora a mis treinta años, con un trabajo estable y con un sueldo
decente, pues prefiero derretir chocolate bitter con crema de leche y servirlo
en una taza grande – de poco más de medio litro – ponerle unos marshmellows,
derretirlos sutilmente, espolvorear un poco de canela sobre ellos y disfrutarlo
mientras veo los juegos artificiales de fin de año, a través de la mampara cristalina
de la sala del departamento en donde vivo con mi gordis. Me gusta tomar gaseosa del pico de la botella,
y ahogarme con el gas de la misma.
Me gusta el olor de la vainilla, el olor del eneldo, el olor
a masa cruda de queque de naranja, pero más me gusta lamer la cuchara de madera
con que se preparo, y raspar el fondo del tazon con una cuchara de te, me gusta
mancharme los labios, el bigote y la barba con la masa, mirarme un instante al
espejo e imaginarme como lucia 25 años antes, cuando hacia la misma chanchada
en casa de mi abuela, o como se vería mi hijo, si lo tuviese, cosa que no
sucederá por motivos más obvios que mis mondongos, los cuales me gusta agitar
con risotadas escandalosas, y es que me encanta reír, del mundo, de mi mismo,
pero más de los cojudos que se caen en la calle. Sorry con excuse me, no puedo
evitar la crueldad de mi risa cuando alguien se tropieza y cae en la calle.
Amo el olor a limpio, la fragancia del suavizante de tela “Suavitel
Soflan Primavera”, el olor del jabón de tocador de Lux, el aroma a manzana y
canela del lavavajillas que uso, el olor a romero tostándose en el horno
mientras prepara tomates confitados, aun cuando luego no sepa ni que preparar
con los dichosos tomates. Me gusta revisar recetas de cocina online, y ponerlo
en mis favoritos, abrir 6 ventanas distintas en el Google Chrome y comparar
recetas, tratando de degustar los sabores en mi mente, antes de atreverme a
prepararlas, y a veces, las descarto y simplemente sigo mis instintos, me gusta
cocinar para mis amigos, pero no disfruto tanto como cuando ellos abandonan la conversación
y se pierden en los sabores de mis platillos, y más aún cuando se levantan y se
escabullen en la cocina y se sirven a su gusto y regresan a la mesa a continuar
con su trance mudo de engullir todo lo que han acumulado en sus platos, aplaudiéndome
en silencio con una sonrisa y una mirada, que se podría traducir así: “Estuvo
de la puta madre gordo, juégate la receta!”, y les doy la receta aunque sé que
ninguno la preparará. Me gusta la comida internacional, pero prefiero un plato
hondo con papás fritas y un poco de mayonesa, o un plato de arroz con choclo
humeante con un huevo frito cuya yema se derrama sobre él, a una cena Gourmet. Me gusta el pollo y la carne, más no el
pescado, aun cuando si me ponen un plato de pejerreyes fritos con colitas extra
crispy, pues los devoro como ex presidiario recién salido. Me gusta el sonido
que hacen las botellas de tres litros de Coca Cola, las mismas que siempre están
camufladas detrás de las latas de leche y abarrotes en la alacena, para que
cuando mi mamá me visite no me resondre.
Me gusta cuando los chicos guapos están con chicas no tan
agraciadas, la sensación de equilibrio en el universo me hace sonreír, me gusta
cuando a la chicas “pipirisnice” se les corre las medias de nylon o se les
rompen los tacos meintrs hablan con celular, me gusta cuando la gente atorrante
que se cree la ultima chupada de mango, la caga en la chamba y te viene
pidiendo ayuda, aun cuando te ha menospreciado, y el poder decirles: “fuck you,
bitch!”en su cara es lo más gratificante del mundo. Me gusta imaginarme a las
personas homofóbicas entrando a las salas de video porno, y a los cines XXX del
centro de lima, buscando un travesti que los sodomice, a muchos los he visto de
“refilón” saliendo nerviosos de esos antros. Me gusta sorprender a mis amigos,
con algún dulcecito, o con un poema pequeño que hable de ellos, me gusta que me
llamen para las juergas aun cuando no soy muy asiduo de las discotecas o los
karaokes. Me gusta poner mi USB con 724 canciones en el equipo de sonido de la
sala, y reproducir aleatoriamente las canciones a volumen 24, mientras me ducho
y doy de alaridos, y hasta hago coreografías bajo la lluvia artificial de la
regadera, aun cuando no me atrevería a reproducir en público esos movimientos
de cuasi-vedette. Me gusta arrancarme
las canas de la barba, no sin antes sollozar, pues ya estoy viejo, me gusta
rascarme las costras hasta que se desprenden, reventarme los granos, y morder
los pellejos de las uñas hasta arrancarlos y que sangren un poquito – mi lado
más sádico. Me gusta reproducir la música de mi celular en el altavoz mientras plancho
o cocino. Y me gusta aislarme del mundo al ponerme los audífonos, y viajar en
los buses con la ventana entre abierta, y si hay viento y lluvia mejor. Me
gusta dormirme en mi sofá mientras escucho el rugir del viento. Me gusta dormir
con pijamas y con medias aun en verano, es de lo más huachafo, pero que chucha,
adoro el no tener que preocuparme por combinar colores de corbata con camisas y
pantalones y accesorios como chalinas, botellas de agua, etc. Me encanta vestirme con tres tonalidades del
mismo color, o jugar con tonos complementarios, pero nada muy estrambótico, y
tengo particular fijación por vestirme de negro.
Me gusta leer todo lo que llega a mis manos, aunque tengo
debilidad por los libros que contengan la palabra sangre, muerte, vampiro,
puto, hombre, o sexo en la caratula. Me gusta el tener sexo todos los días
(rubro manualidades incluido), me gusta que mis periodos de abstinencia sean de
apenas 12 horas. Me gusta el que mi gordis me agarre con fuerza, y hacerme el difícil,
aun cuando hago un esfuerzo sobrehumano por no quitarme la ropa en cuestión de
segundos. Me gusta dormir solo, darle vueltas infinitas a la almohada, arrojar
las colchas con los pies, y buscarlas a las 4 de la mañana cuando el frio se
cuela por la ventana, me gusta despertarme de madrugada, salir de mi cuarto,
susurrar a lo que quiera que sea que deambula en mi casa por las madrugadas: “bueno,
hora de ir a tomar agua, así que por favor, no me asustes”, abrir el refrigerador
e interrumpir la oscuridad con la luz del refrigerador, y mi silueta
redondeada, luego regreso presuroso a mi cama, me gusta lanzarme a la cama como
quien se lanza en una piscina, y sentarme en ella al despertarme, mirar el
suelo, repasar mentalmente mi clase, luego ir a la ducha, me gusta caminar
desnudo por mi casa, con la única intención de que mi gordis me vea y me de un
palmazo en el trasero. Me gusta salir
con tiempo de sobra para llegar a mi trabajo, e ir leyendo mientras camino,
perturbando mi quehacer únicamente para revisar las luces del semáforo y poder
cruzar la pista. Y me encanta subrayar las frases que me gustan para releerlas
y encajarlas en mis diálogos mentales con mis otros “yo”. Y doblar la punta
inferior de la pagina donde me he quedado.
Me gusta que me digan que soy un buen amigo, aun cuando a
veces no estoy dispuesto a serlo, me gusta poner el altavoz cuando me llaman,
para que mi gordis reafirme la confianza que tiene en mi, ya que no tengo nada
que ocultarle, y al mismo tiempo porque me permite hacer otras cosas mientras hablo,
como por ejemplo cocinar, o ir jugando en el Facebook. Me gusta destruir post
en el Facebook, y hacer leña a los amigos, cuando dicen algo en doble sentido
sin esa intención. Me gustan las conversaciones a “calzón quitado”, hablar del
clima, del trabajo, de comida, de baile, de música, y de sexo, aunque creo que
de ese tema siempre hablo. Y es que me gusta creer que el sexo es la divisa
internacional. Me gusta que mis amigas heterosexuales me digan: “cuidadito con
mi novio” no me lo vayas a transformar – yo me cago de risa -, y es que me
resulta interesante el que ellas crean que soy “puta”, pues lo soy pero no
tanto. Me gsuta que mis amigos me abracen, y que mis amigos heteros me
pregunten “cochinaditas” de cómo es esto, o lo otro, y que no se repriman
haciendo bromas de “maricones”, pues a mí nunca me han afectado. Me gusta
hablar groserías, amo South Park, y repetir en coro: “Mataron a Kenny, hijos de
puta”. Me gusta que mis amigos traten de analizar lo que soy o cómo reaccionaría,
tal vez ellos me ayuden a entenderme mejor. Me gusta darme cuenta de mis
propias muletillas literarias y al mismo tiempo volverlas a emplear. Me gusta cuando me miran en la calle, que en
los baños públicos me lancen miradas, y me gusta escribir obscenidades e as
paredes, y hacerle muecas a la gente, sonreírle a los recién nacidos y a los niños
pequeños. Me gusta jugar con mis sobrinos armando figuras amorfas con piezas de
Lego y sacarles la lengua mientras ellos están comiendo y mi mamá no me ve.
Me gusta ser el centro de atención, ya sea en el trabajo, en
mi casa o en al calle, me gusta que la gente me recuerde, y me gusta el arduo
trabajo que implica el ser profesor. Me gusta sorprenderme con puntos de vista
contradictorios al mío, el hacer tambalear su concepto de “marica-peluquera”
con mi imagen de oso con cara de sádico. Me gusta que hablen de mi, bien o mal,
la cosa es que no me olviden.
Me gusta ir de
compras, despilfarras dinero aun cuando a fin de mes mi cerebro nada matemático
haga cuentas a la velocidad del rayo. Me gusta comprar zapatos y corbatas,
aunque en casa lo que adoro es caminar en sandalias, y sentir mis dedos de “olluco”
fríos. Me gusta ir a la farmacia, surtirme de todos los analgésico del mercado,
comprar condones y ver ruborizarse a las viejitas por la cantidad de la compra.
Me gusta sentir que cada día perfecciono el difícil arte de la antipatía. Me
gusta la adrenalina que se siente al pararme en el balcón. Me gusta ir al cine
y quitarme los zapatos, sentarme sobre una pierna y al adormecerse cambiar de
pierna, juguetera con la canchita y a veces lanzarla con disimulo, me gusta
patear los asientos delanteros, sobre todo si hay un niño jodido sentado en el.
Me gusta acurrucarme sobre el hombro de mi gordis cuando la película es romántica,
y si en caso esta es de terror y me da miedo, comienzo a menear la pierna como
convulsionando, y me encanta que él la agarre con su mano fuerte y me resondre
diciendo: “para que chucha venimos a ver algo que te asusta”, yo solo respondo:
“Por eso mismo”, el emite un sonido chirriante entre los dientes. Me gusta que me tome de la mano cuando las
calles lucen vacías, y caminar bajo la lluvia y sobre las hojas secas. Su
crujir me trae recuerdos de mi niñez. Me gusta el simple hecho de que hayas leído
todas mis cojudeces, tan solo para darte cuenta que divagaba. Por eso, muchas
gracias y disculpa la molestia.
Disfruté mucho leyendo, de nada y no es ninguna molestia, pase usté.
ResponderEliminarMuchas gracias JMNV, después de usté jajaja.
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