Esto les parecerá estúpido, pero toda ama de casa lo entenderá,
y es que la pregunta del día siempre es: “qué cocinaré mañana?!”, supongo que
de total las interrogantes en mi vida, esta es la más recurrente. Ha pasado de generación
en generación en mi familia y en muchas más. Y es cuando me encuentro frente a la cocina me
hago esa pregunta, la respuesta es siempre cuestión de instinto y antojos, veo
que hay en el refrigerador, en la alacena y si logro combinar los ingredientes,
voilá, cocino algo rico, sino a la mierda y salgo a Tottus a comprar los
ingredientes para cocinar lo que se me antoje.
En estos últimos meses he dedicado devotamente mis ratos
libres a la repostería (Plevisanni cuídate!), y con cada cucharon embarrado de
masa o como el olor a chocolate caliente filtrándose por la puerta del horno, e
inundando cada rincón de la casa, me remonto al tiempo en que era niño y visitábamos
la casa de mi abuela los domingos y ella horneaba un queque y nos peleábamos la
cuchara de palo, el tazón y la espátula con que se había preparado, y luego limpiábamos
la mesa y nos sentábamos en los banquitos de madera del comedor de diario
instalado en la cocina de mis abuelos a esperar que el queque estuviera listo,
y recuerdo muy bien al emoción ingenua de ver a mi abuela abrir el horno y
pinchar el queque con un palito de tejer metálico de color verde, el cual aun
conserva en el cajón de los cucharones. Y luego la tortura china de esperar que
el queque se enfriase y mi abuela lo desmoldase, y luego lo cortaba y nos sentábamos
juntos a tomar lonchecito con una groda rebanada de queque y una taza de leche
con Protiban, cuyo aroma a vainilla aun perdura en mis recuerdos y cuando paso
por la avenida Faucett es un delirio, fuck, ya estoy divagando de nuevo. En
fin, me encanta cocinar, es no es secreto, tampoco el que soy histérico y que
para una pequeña reunión con amigos diseño el menú con por lo menos 2 semanas
de anticipación. Pero mi nueva fascinación por la repostería es debido a mi gen
nostálgico que esta influenciando mi vida últimamente con una fuerza inusitada.
Mi abuela, la famosa Ortiz, es sin lugar a dudas una mujer difícil,
es complicada, con un carácter de miércoles, quizás por eso la quiero tanto,
pues nos parecemos mucho jajaja, los dos somos re-jodidos, con énfasis de
oratoria en la RE! Ahora a sus 75 años, se la pasa preparando comidas bajas en
grasa y en sodio, y con un surtido diario de pastillas para el corazón y la hipertensión.
Y sigueindo las recetas que copio de internet o que me invento, pero ya no es
la abuela que yo conocí, ya no hornea, ya ni siquiera recuerda como se prepara
un queque, pero aun con su estricta dieta, se permite comer una porción de mis
queques o uno de mis muffins cada domingo, mientras vemos la Tv un rato, y
mientras me cuenta su novela o lo que le dijo el doctor, o reniega por cómo han
subido las cosas en el mercado, y dando pequeño bocados al postre del dia y con
una sonrisa de niña que espera los domingos por la tarde frente al horno, a que
el timbre del mismo se active indicando que la espera ha acabado y que vera el
postre emerger del horno para acentuar las fantasías pre-concebidas con el
aroma que precede a la imagen.
Recuerdo que cuando era niño, los domingos que mi madre nos
cargaba a cuestas hasta la casa de mi abuela, eran el día más grandioso de la
semana, corríamos por las escaleras y “chivateábamos” como decía mi abuelo
(correr como forajidos huyendo del alguacil) por el garaje, el jardín, de allí uno
a uno a la ducha y a almorzar y a preparar el queque. Así que cuando inundo la
casa con olor a chocolate y mi gordis emerge de su cubil felino (el estudio)
como en los dibujos animados, guiado por su nariz, pues me siento como se debió
de sentir mi abuela en aquellos años en que éramos unos niños revoltosos,
feliz, simplemente feliz.
Ahora a mis treinta años, y aun con costumbre de niño malcriado
y caprichoso, pero con un trabajo estable y sobretodo que me gusta, hago algo
que me fascina sobremanera, engreír a mi familia, a mi gordis, a mis padres, a
mis abuelos, a mis hermanas, sobrinas y sobrinos, a mi hermano, a mis tías, y a
mis amigos…aun así, hoy domingo después de haber preparado un rico queque de
mermelada de naranja y muffins de chocolate, me sigue rondando en la cabeza esa
inquietante pregunta: “qué cocinaré mañana?!”y la respuesta es: No sé!, sólo sé
que lo haré con amor! (Mierda esto me sonó a las Pandora: “Y quiero hacerlo
todo con amor…”jajaja, chesu, que anticucha la canción, y que anticucho yo
jajaja)
Bueno ahora a perderme en las páginas de mis libros de
cocina y en las miles de recetas online de mi lista de favoritos, aunque creo
que me abandonaré a la suerte de encontrar algo sabroso en el viejo y manchado
recetario de Nicolini que me regalo mi abuelo cuando cumplí 13 años!
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