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La casa

Hoy sin nada más que hacer que regar el jardín, puse el reproductor de música en aleatorio y sonó la canción “La Casa” de Christina Aguilera, y muchas cosas se revolvieron en mi mente. No es novedad el que mis abuelos sean una parte importantísima de mi vida. Siempre me refiero a ellos con cariño y admiración. Y es en su casa donde viví la mayor parte de mi niñez y adolescencia y la primera parte de mi vida adulta. Así que en sus paredes, en su jardín, en sus escaleras, en el depósito de herramientas donde ordenábamos los clavos y tornillos por medida y en cada rincón de ese lugar hay esa energía tranquilizante que siempre me serena cuando la visito, además del hecho de que mis abuelos, mis padres, mis hermanas y sobrinos viven allí. Y bueno, pues, al referirme a casa, mi mente automáticamente dibuja esa imagen. Hace casi 10 años, mis abuelos en pleno uso de sus facultades mentales convocaron a reunión familiar y en ella acordaron que la casa que me había visto crecer pasara a...

Trinidad

Hoy hubiese salido súper rápido del trabajo, apresurado a abordar un taxi al que había llamado ni bien sonó el timbre de mi última clase. Hoy hubiese cambiar la escena arquitectónica de San Miguel, que conozco tan bien, y hubiese cruzado los dedos porque no me toquen muchos semáforos en rojo. Hoy hubiese ido presuroso, con calor, cansado y con hambre a casa de mi madrina. Hoy hubiese subido los tres pisos de escaleras empinadas de dos trancazos, hubiese saludado a quienes estuviesen en la sala charlando, de seguro a mis padres y a mis abuelos, a mis tías y a mis primas, y me hubiese escurrido con mi redonda humanidad por el pasadizo estrecho hacia la cocina solo para abrazarla. Hubiese visto su sonrisa tan cálida como el fogón de su cocina, y sus ojos siempre brillantes cuando me veía parado en la puerta de la cocina, gritando feliz cumpleaños. Hoy la hubiese abrazado, y hubiese cenado su deliciosa comida: hay tanto de dónde elegir, pero hoy se me antoja un seco de pollo con su tamal...

Ariana

Hoy hace catorce años, un martes con una ligera garúa, estábamos esperando fuera del hospital un preocupado abuelo y un histérico tío. Mi hermana estaba en sala de partos y mi mamá había logrado colarse dentro de las instalaciones médicas. Mi papá se tocaba el cabello que en ese entonces no era tan cano como ahora y aunque no lo decía estaba nervioso y hasta ansioso, su primera nieta estaba por nacer. Después de haber contado algunos chistes y agotar nuestros temas clásicos de conversación, salió mi mamá y nos informó que la bebé había nacido y tenía 10 dedos en manos y 10 en pies, que era pelona y cachetona. Aquella niña, fue bautizada con el nombre Ariana Victoria Silva Cáceres, la vimos crecer, aprender a comer, a caminar, a correr y ahora la vemos ya convertida en la típica adolescente que a veces responde mal, voltea los ojos, y hace sonidos extraños entre dientes, pero también es el vivo retrato de mi hermana, aun cuando no luzcan iguales, comparten el mismo espíritu, la...

Hoy sería distinto...

Hoy hubieses cumplido 80 años, y aunque hace un tiempo ya no caminabas, ni corrías a la cocina a servirnos más comida, con la frase “un poquito más”. Hoy la hubiésemos pasado juntos riendo de todo y de nada, comiendo, pues así se celebra la vida y el estar juntos en familia.  Hoy hubieses visto mi barba que con los meses se pone más blanca. Hoy hubiese acariciado la panza de Rosa que está cada día más grande, y hubieses preguntado por los rulos de Edu, hubieses visto a Ariana ya una señorita, y hubieses visto a César y me preguntarías si le sirvo más comida. Hoy te hubieses sentado al lado de mi abuelo Santos, y comeríamos torta, tomaríamos vino, y ya llenos de tanta comida, y con los músculos de la barriga adoloridos de tanto reír, te hubiésemos dicho, nos vemos pronto. Pero, la historia se escribe a sí misma, con su propio estilo y en sus propios términos. Tuviste una vida difícil y aun así sonreíste siempre, lograste ver a tus nietos y hasta tus bisnietos y en ellos dej...

Carta para mi....de mí!!!

Querido yo, Si tú, a ti te estoy escribiendo y hasta parece lo más loco que he hecho, pero bueno una raya más al tigre, qué más da, después de todo siempre hablas solo cuando nadie te ve. Sé mejor que nadie que hay días difíciles, días en los que levantarte parece ser la proeza física más increíble, días en que por más que tu cerebro se canse de dar órdenes a tus músculos para que se movilicen con normalidad, eso no sucede. Sé que hay días en que caminar es tortuoso y ni qué decir de subir las escaleras del británico, las que has contado escalón por escalón, por si estás tan mareado que no sabes si hay un escalón o no, entonces los cuentas, para no sacarte la mierda… “adolorido pero con dignidad”. Sé que el sol, el ruido, la luz reflejada en superficies como la pizarra te hacen doler los ojos, y aun así sigues leyendo a Sylvia Plath en tu laptop. Sé que te despiertas con la boca seca, con un dolor abdominal como si te apretasen los intestinos, que te dan nauseas matutinas casi tod...

Tamalitos verdes

Un día como hoy, hace tres años, estaba mensajeándome con mi mamá, coordinando a qué hora irían a casa de mi madrina, yo les daría el alcance al salir de clases. Y recuerdo, llegar con camisa una manga corta, con una cara de cansancio y un calor espantoso a la siempre acogedora casa de mi madrina, recuerdo haber subido los tres tramos de escaleras, saludar a mis abuelos, mis tías, mi mamá, mis primos, y escabullirme a la cocina, donde estaba mi madrina con su cabello rizado, y su frente con perlas brillantes por el estupor de la estufa encendida.   Mijo, viniste, exclamo con su voz que aún resuena en mi mente y su sonrisa dulce. Claro conteste. Ya me alisto y salgo, replicó. Ya, ahora sí espero afuera, le respondí.  Al poco rato salía más fresca a conversar con todos los que habíamos caído como paracaidista a celebrar su cumpleaños. Luego se servía la comida, y podían ver en los ojos de todos los asistentes, que sería simplemente un manjar, y es que no hay mejor comida qu...

Depresion

Hace unos días encontré una imagen en la red que comenzaba así. Y quizás tenga razón, sentirse triste y melancólico, vacío y apático por algo que sentimos que nos falta, no es acaso estar, de cierto modo, estancado en el pasado. Y si eso es así, pues me he quedado estancado en el pasado, añorando todo lo que he perdido hasta la fecha, mi abuela Chela, mi tía abuela Dominga, mi abuela Benita y mi madrina Trini, y en algún momento me perdí a mi mismo. Y ustedes, dirán Juat?! Pero si tú ya eras un perdido! Sorry, with excuse…well, quizás un poquito. Pero sí, me perdí a mi mismo y me extraño. Extraño las cosas sencillas de la vida…el poder despertarme descansado sin la boca seca y amarga, sin esa sensación de resaca medicamentosa, levantarme sin tener que comprobar si mis piernas y brazos no están entumecidos y me vaya a sacar la mierda al pararme, el poder ducharme sin que el agua me duela en la piel, el poder ponerme las medias sin que mi espalda se sienta quebrada como plato vidrio...