Encender una vela, quemar aceite esencial
de vainilla, hacer girar concéntricamente mi aro de plata alrededor de mi
lapicero favorito, acariciar con la yema de los dedos el cuarzo rosa que tengo
sobre la mesa de centro de la sala, repasar las letras pintadas sobre la madera
pulida de mi tabla de ouija y frotar suavemente aceite esencial de manzana
sobre ella…nada parece dar resultado, es tan frustrante, es como querer
atravesar todo un desierto, atravesar un bosque de espinas ponzoñosas, cruzar
un río hediondo sobre una balsa enclenque y apolillada, subir una pendiente de
piedras que se desprenden como animadas intencionalmente, para luego encarar un
muro de concreto liso y alto y sobre el un cerco eléctrico que me achicharraría
con el solo roce de mi intención más heroica…en verdad vale el riesgo ponerse a
meditar sobre si mismo, el tratar de escribir, el emprenderse en esta búsqueda
de una idea que te satisfaga a niveles genéticos y luego darle rienda a tu
imaginación, pues creo que sí, pero, a veces resulta más aterrador el silencio
absoluto que el bullicio de una potencial balacera citadina.
El reloj no se detiene
ante mis suplicas y arremete contra mi vida marcando nuevamente las 10;30 de la
noche, hora de servir la cena, de inmiscuirme en menesteres propios de un “desperate
housekeeper” San Miguelino, preparar la lonchera del día siguiente, terminar de
revisar las notas para mis clases, encender la Tablet y esperar que ese
destello azulino se torne blanco y luego revele las letras formando hileras de
un ejército destinado a dominar mis sueños esta noche, leo las 25 páginas
habituales, le doy un beso a mi gordis, nos acurrucamos en ea promesa tan
nuestra de amarnos, y bueno…ya tu sabes jajaja…sorry, ya estaba a punto de
escribir la versión Perucha de “Fifthy shades of Grey”. Para no desentonar con
los ardores de mi personalidad múltiple y de mis rasgos delineados por OCD, despierto
una hora antes de que suene el despertador y me derrito en la envidia de poder
dormir tan profundamente como mi amado acompañante.
En ese confinamiento
tibio y acogedor, donde sus ronquidos parecen tener la misma frecuencia que mis
latidos, procuro soñar despierto, imaginarme que escribir y luego, me doy por
vencido, aún hoy no sé de qué escribir, sino acerca de esta penuria tan mía de
sentirme seco de ideas ¿Será que la vida como la conocía, entre rimas, versos y
comentarios notoriamente pervertidos ha llegado a si fin? ¿Será acaso que me
estoy haciendo más viejo de lo que a veces me siento? ¿Quizás este el último
post de mi blog? ¿El punto final a mis historias? ¿Es que acaso ya he expiado
todas mis dudas? ¿Es que acaso la vida misma se ha vuelto tan sencilla, tan
dulce y al mismo tiempo tan perniciosamente silenciosa? ¿Quizás me he perdido a
mí mismo en estos doce hermoso años? ¿Quizás mi imaginación se ha vuelto
escueta con cada kilo que he perdido en los últimos meses? ¿Quizás ella (mi
imaginación) está más esbelta de lo que yo luzco?...no lo sé…en realidad anhelo
el volver a escribir, el levantarme con una idea alocada en la punta de mi
lengua, anhelo el que mis dedos den pequeños, copioso e incansables brincos
sobre las teclas de mi laptop y escribir algo remotamente decente y quien sabe
hasta más extensa que mi propia vida.
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