Quién no se ha
arrancado una costra de una herida fresca, sólo para rememorar un dolor que
pensamos ya superado. Supongo que así nos sentimos cuando vamos al cementerio,
cuando vamos a una misa de honras, cuando repasamos un viejo álbum fotográfico y
encuentras una foto con aquella persona a quien amaste mucho y que ahora no
está contigo, y te pones a recordar su voz, su sonrisa, su mirada y tratas de
encontrar alguna de esas características indelebles en las personas que te
rodean.
Hace un año que te
fuiste, hace año que no escucho tu voz ni tu risa contagiosa, ni te puedo
abrazar, hace un año que no pruebo de tu comida, hace un año que te dije adiós,
y aun hoy procuro recordar cada detalle de quien eras para mí, te extraño
Madrina, y aunque como bien dijo mi primo hoy: Vemos algo de ti en tus
hermanas, no es suficiente, simplemente no es lo mismo.
Al otro lado del
puente, la encontraré cuando llegue mi tiempo, allí estará cocinando y riendo,
contando chistes con Dominga y Graciela, al otro lado del puente nos reuniremos
y algún día, hasta entonces recordaré con detalle, sus frases, sus gestos, su
voz, su mirada, el aroma de su comida, y el amor que siempre me dio.
Un año ha pasado sin
ti, y aún hoy cuando escucho tu nombre el corazón se me estruja y el alma
duele, como cuando te arrancas una costra inmensa de una herida aún en proceso
de curación con cierto ánimo sádico.
Maria Trinidad Ortiz Estrada... Q.E.P.D +
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