Para alguien como yo
que ve películas de terror desde los 9 o 10 años, soñar con cosas raras no es
algo nuevo y si a eso sumamos el hecho de que sufro parálisis del sueño con frecuencia,
y mis sueños son sumamente vividos, algunos de ellos en secuencia, algo que
disfruto sobremanera, pues si un sueño queda en continuará tipo película sé que
en cuanto vuelva a dormir, ya sea durante mi siesta vespertina o durante la
noche, me reengancharé en el sueño en el momento exacto en el que lo dejé, como
presionar “play” a un DVD que he dejado en pausa.
Soñar y tener
conversaciones de lo más interesantes con personajes en mis sueños, algunos
mucho más realísticos que otros no me es algo raro, tampoco me perturba, es
como el poder sentir, oler y saborear estando en estado de vigilia. El tener “pequeños
accidentes” en mis sueños y amanecer con dolores en la misma parte donde
recibiese el golpe, el raspón, el corte o la quemadura tampoco me aflige
demasiado, eso solo incrementa el entusiasmo a mí a veces tan rutinaria vida.
Lo que si me parece
extraño es cuando sueño con fantasmas y ellos me hablan y me dicen nombres y
apellidos de personas, por lo general al despertar lo primero que hago es “googlearlos”
y oh maravilla, no hay rastro alguno de esa persona, allí confirmo el hecho de
que solo fue un sueño. Sin embargo, anoche tuve uno de esos sueños vividos (inconcluso
cabe mencionar, y al que espero darle un desenlace esta noche), en el un
fantasma con una cara familiar me decía un nombre como tantas otras veces lo
han hecho, así que al despertarme, me fui a la cocina, tome un vaso de agua,
busque una mandarina en el refrigerador y encendí la laptop, mientras me
desparramaba en el sofá, a “googlear” al
susodicho, según yo, no encontraría nada, sobretodo que el nombre era un nombre
anglosajón.
Para mi sorpresa, el
nombre arrojo miles de resultados, James C. Christensen, pintor estadounidense
de quien no había escuchado jamás en mi vida y más aún quien había fallecido el
8 de Enero del 2017, y para hacer mi experiencia más creepy mientras engullía
los últimos gajos de mandarina, al buscar una foto suya, no daba crédito a mis
ojos, aquel sujeto del retrato era el fantasma con el que había charlado en mi
sueño, en uno de los más raros que he tenido hasta el momento valga la
aclaración.
En fin, quizás muchos
digan que es sólo una coincidencia, y otros dirán bullshit, no hay forma, y mi
amiga Maricris me dirá: “hasta para soñar eres intenso”, pero así sucedió, y
sólo espero que hoy me vuelva a hablar y me expliqué, el porqué de su vista, y
sobretodo el cómo. Si hasta este punto de mi vida, yo creía que sólo tenía una
imaginación muy vivida, después de lo anoche, estoy considerando seriamente que
ya se me zafó un tornillo y que requiero medicación.
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