Supongo que quemar etapas, a diferencia de quemar calorías,
hacienda ejercicio, no me suena ni tan agresivo, ni tan extraño, de hecho suena
a lo mío. Sin intención alguna de victimizarme en lo absoluto, pues creo haber
tenido una niñez bastante agradable en la medida de lo posible, con tres
hermanas menores muy ruidosas, volubles y un dolor de cabeza ahora que lo
pienso jajaja, pero sin quienes no alucino mi vida, pues me han dado su apoyo
incondicional desde que salí del closet y me han hecho participe de sus
aciertos y desaciertos, de sus logros y fracasos, y de lo que consideran lo
mejor de su vida: sus familias, sus hijos e hijas, y yo soy parte de ese grupo
de personas a las que aman y protegen con toda su fuerza.
A los 7 años, aprendí a cocinar y supongo que para
los 9 ya me había perfeccionado cambiando pañales, a los 11 era un AS bañando a
mi hermano menor en su tina celeste, 7 minutos y ya estaba aplicándole su
colonia AGU. A los 14 ya cocinaba para toda la familia y de vez en cuando me
tocaba lavar la ropa de mi papá, O.M.G. como odiaba lavar su casaca del
uniforme, en fin. Terminé el colegio poco después de cumplir 16 años. Terminé
de estudiar inglés a los 18 y comencé a trabajar, ingresé a la universidad para
estudiar Educación, por esos azahares del destino y torcidas jugadas de la
vida, no terminé, no es algo de lo que me arrepienta, pues conseguí chamba como
profe de inglés en un colegio y en una oficina posteriormente. A los casi 19 conocí a mi primera pareja, estuve
con él casi un año, casi un año de ese romance idílico a estilo de TNT, con
tardes frenéticas, llegando tarde a clases con el cabello mojado y con una
sonrisa boba, riñas por celos de niño desadaptado con sobrepeso y con una
autoestima todavía en formación, sin un repertoir de comentarios en doble
sentido que hoy uso holgadamente, en fin, todo lo bueno tiene su final (a lo
Nelly Furtado), se fue al extranjero, y ahora que lo pienso tuve que vivir el
karma de Candy White Andrew, pues mi primer amor falleció en un accidente, así
que jamás pude ponerle flores, ni llorar sobre su lápida, pues su hermana decidió
enterrarlo allá, así que supongo que la raíz de mis temores y mi cuasi alergia
a viajar se inició allí, estuve lloriqueando por aquí y allá por unos 6 meses,
luego me volví la “viuda” alegre, de regordete velludo tímido y de poemas de
quinceañera, pasé a ser un vil pendejo que lo único que quería era sexo, en una
montaña rusa de emociones, de sentirme sexy, sucio, usado, fácil, valiente y
huidizo al mismo tiempo. Y aun así tuve la dicha de encontrarme con el hombre
con quién he compartido mi vida desde hace casi 13 años.
Aunque fui un perdido libertino, y tuve amantes
ocasionales, uno de ellos Patrick, un gringo casado, que se divertía conmigo
mientras su esposa estaba en Boston, seguía siendo yo, el que se contentaba al
comer una salchipapa y tomar coca cola con harto hielo. Pero bueno, me di
cuenta que no quería eso para mí, que a pesar de todo lo oscuro de mi vida, podría
llegar a encontrar a alguien y ser feliz.
Comencé a charlar con este hombre 14 años mayor que yo, nos hicimos
amigos, ambos teníamos a un Voldemor en nuestra vida y lo que menos queríamos era
iniciar algo más intenso, así que solo nos limitábamos a bromear en plan
zanahoria y ha llamarnos para ver cómo nos fue en el día a día.
Nos conocimos 2 días antes de mi cumpleaños 21,
fuimos al cine, a dar una vuelta y comenzamos a frecuentarnos, a los 2 años de
salir juntos lo presente a mi familia, después de haber salido oficialmente del
closet entre un poco de llanto y mucho apoyo por parte de mis progenitores,
comencé a trabajar en un centro de idiomas y de allí postule al centro de
idioma donde trabajo hasta el día de hoy, de jueves a domingo la pasaba en su
departamento, y aun así tenía el estúpido temor de que cuando viviéramos juntos
todo sería distinto…baaah…ya prácticamente vivíamos juntos, superé mi temor al
alcohol, pues con un padre con rasgos alcohólico, por decir lo menos, me
preocupaba tomar una botella y no soltarla, me he hecho una fama de alcohólico,
pero a decir verdad, aguanto bien el alcohol y me gusta acompañarlo con buena
comida, desempolve mi pasión por la cocina y aprendí nuevas recetas, hasta he
escrito un libro con todas ellas, y bueno en resumidas cuentas esa es mi
historia: Rosa, roja, negra, multicolor, con olor a cigarro, a licor, a látex y
lubricante, a sudor, con versos, con recetas, pero con menos kilos de los que
alguna vez tuve.
Me cuesta imaginar mi vida sin mi Gordis, sin
nuestra tan casera forma de vida, pero a veces, me es imposible dejar de pensar
que hay cosas que nunca experimente, como el vivir solo, el tener una novia
pantalla (jajaja sorry, suena cruel pero es lo que más se estila en esta
sociedad peruana), no me volví activista de marchas, más bien activista dentro
del ámbito educativo, por el contrario seguí con mis rasgos de ama de casa
suburbana, me pregunto si hubiese seguido enseñando, aún tras la muerte de mi
alumna de primer grado debido a la leucemia, lo cual me genero mi
autodenominada “alergia a los niños” y mi “espritu de Herodes” a manera de
coraza, o si por la depresión e impotencia del momento, simplemente hubiese
trabajado de cualquier otra cosa. A veces me pregunto que hubiera sido de mi
vida, si mis decisiones hubiesen sido distintas….quizás no estaría viviendo con
una pareja estable sino más bien compartiendo un depa con un par de amigos, y
haciendo gala de mi soltería con tutirimundi, bailando como forajido en algún antro
los fines de semana, tendría hartos “frenemies” de ambiente y quizás no tendría
esta relación sui-generis con mi familia, ni los amigos que son como mi familia
y mi apoyo incondicional, aun a este blog que a veces no tiene ni pies ni
cabeza…bueno, hay cosas que nunca sabré, y quizás así es como debió de ser,
quizás!
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