La tetera emite ese característico silbido
indicando que el agua esta bullendo. Mi abuela retira la tetera del fuego y
vierte el agua sobre la mezcla de té que ha preparado (té verde, toronjil, cola
de caballo, flores de jazmín, tilo y trozos de cascara de naranja), esperamos
que repose un poco y luego lo bebemos, soplando ese vapor delicioso...la charla continua, el compartir
recetas, el que me cuente su novela una y otra vez, el que me muestre el
cuaderno donde escribe con su letra temblorosa, lo es todo. Nada más
reconfortante que ver a mi abuela alistándose al medio día para ir a recoger a
sus biznietos del nido, no llego ni a imaginarme la dicha que debe de sentir
una mujer de casi 80 años de andar de la mano de dos pequeños terremotos de 4
años, que corren por la escaleras, y alrededor de la sala, entran y salen del garaje
y se avecinan presuroso a la cocina para darle un abrazo y un beso cuando ella está
sentada viendo televisión y se sientan con ella en la puerta que da a la lavandería
a comer mandarinas. Una imagen que guardo en mi mente con la más celosa
devoción.
Hablar de mujeres en mi vida es hacer un
recuento de generaciones de matriarcas han desfilado en mi linaje familiar, mi
bisabuela Eugenia con su sonrisa tímida y su habilidad innata de curar a los
animales, mi abuela, Manuela, quién trabaja desde los 13 años y quién desde
pequeña es muy sensible a actividades paranormales, mi madre, Carmen Rosa, de
quién herede la responsabilidad y lo neurótico y lo medianamente artístico (mis
poemas más dulces siempre tienen esa calidez pía que nadaba en los versos de mi
mamá cuando era adolescente), y mis hermanas que hoy en día son madres, Rosa la emprendedora, Graciela la ingeniosa,
Verónica la bromista, y las futuras generaciones conformadas por Ariana quién tiene 9 años y Vanya que sólo tiene un
mes de nacida, estoy seguro que cuando crezcan serán grandes mujeres con valores
sólidos, con ese vínculo familiar que se ha hecho inquebrantable con los años. El
matriarcado seguirá siendo la línea de gobierno domestico en mi familia.
Tengo la dicha de haber nacido en una familia de
mujeres fuertes y al mismo tiempo cariñosas, de mujeres cuyos defectos son
opacados por sus muchos dones. Siendo el hermano mayor he visto a mis pequeñas
hermanas, pasar de niñas con el cabello alborotado o con miles de ganchos de
cabello después de haber sido “peinadas” por mi papá, convertirse en mujeres,
que ya no juegan al mercadito con las compras de la semana, ni descuartizan a
sus muñecas Barbie para venderlas como si fuese pollo, para ser ellas quienes
planean que se comprará o que se cocinará y las he visto convertirse en madres,
he visto a Rosa, a Vero y ahora a Graciela el aprender el difícil oficio de ser
mamá, el cambiar pañales, el bañar a una criaturita tan pequeña con sumo
cuidado, el aprender la cantidad exacta de leche que hay que darles al amamantarlos,
el intercambiar recetas de papillas con mi mamá y con mi abuela, el asustarse
cuando les da fiebre o cólicos, el desvelarse haciendo maquetas los domingos en
la noche pues, el hornear galletas o preparar comida para llevar a los eventos
del colegio y también he visto esa dicha que sólo una madre puede llegar a
sentir cuando en las actuaciones sus pequeñines bailan, y se acercan a regalarles
esas tarjetas hechas a mano, mal cortadas, con escarcha distribuida de manera
desigual, pero que a sus ojos es la más hermosa del mundo.
Me considero afortunado, pues he podrido
compartir esos pequeños momentos con las mujeres más importantes en mi vida, y es
mucho más que gratificante, sobre todo si los compartimos con toda la familia …con
ese característico comportamiento compulsivo y neurótico de mi madre y de mi
abuela porque todos estemos sentados, comiendo y contando anécdotas, con mis
hermanas chismorreando, con mis sobrinos tomándonos fotos con los celulares,
son estos momentos en que mi vida se detiene y soy feliz como una lombriz
(sobrealimentada obviamente, pero ustedes entienden la metáfora jajaja)
Y es que he aprendido que una taza de té puede
ser el inicio de una reunión memorable, no por lo fastuoso de la comida, sino
por la unión familiar que nos hace fuertes y dichosos. Me imagino que esa es la
mejor manera de celebrar el día de la Madre…en familia, reunidos comiendo,
sonriendo, abrazándonos, tomándonos fotos, esperando tener muchos más de estos
días.
Ortiz, Carmen, Rosa, Graciela, Vero, Trini,
China, Delia, Gaby, Harumi, Benita,
Iris, Marisol, Narda y Carla, espero que se diviertan mucho y las engrían, no
solo hoy sino cualquier día del año. Feliz Día de la Madre!
Blessed be...mote it be!
Se feliz como un suri, como lo soy yo....
ResponderEliminarAnita Huillca
Gracias Anita! Yo seré feliz como un manatí jejeje
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