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Musculocas

A mis 30 años, por demás bien vividos, y sobretodo bien gozados, me considero a mí mismo, un militante gay, sin necesidad de cambiar mis corbatas por boas de plumas y lentejuelas, aunque lo maricón se me salga bastante a menudo. También pienso que a veces soy demasiado agresivo en mis conjeturas, en mis maneras y sobre todo por mi cosmovisión que lo reduce todo a sexo, alcohol, y estupideces escritas para que la gente se mortifique. Aunque desde hace unas semanas me he transformado en el cronista no-oficial de las aventuras y desventuras de mi amigo R., y es que aprovechando su calidad de soltero sin muchos miramientos, y abusando de las concesiones propias de tener un gen de promiscuidad dominante, pues le ocurren cada cosa tragicómica, las mismas la mente del común denominador de personas “cuasi-decentes” consideraría imposibles. Y tampoco pretendo hacerme el santo, o el libre de polvo y paja, pues “pajero” soy jajaja. Y es que en retrospectiva, no hay nada que mi amigo R. haga hoy en día, que yo no haya hecho, pero, yo ya perdí vigencia en las calles, ya que como bien versa mi Facebook acerca mi situación sentimental, tengo una relación con un hombre genial. Y como él dice: “Soy suyo y de nadie más…sino me lanza por el balcón”.
Su última desgracia le ocurrió por andar de resbaloso por el chat. Y es que “conoció” a una de las temidas “musculocas”, uno de esos especímenes poli saturados de esteroides, cuyos brazos podría bien confundirse con la medida de una pierna de un mortal cualquiera, uno de los tantos especímenes que pululan libres en los gyms de Lima, haciendo flexiones, exhibiendo sus bíceps, tríceps y un largo etc. de músculos laxos y flexionados, frente al espejo, esos que se ponen camisetas ajustadas para que su humanidad se desparrame, y se creen capaz de parar el tráfico cuando pasas meneando sutilmente sus bien formados glúteos mayores, pero a la hora de la hora, en el escenario más importante, sí en “el ring de las cuatro perillas” o mejor dicho en su habitación, ya no contorsionan sus cuerpos emulando a “Charles atlas”, sino más bien se contorsionan como gatas en celo, con el culo en pompa, pidiendo que se les penetre furiosamente, en resumidas cuentas las musculosas lucen como los machos más imponentes en las calles, pero en la cama son unas “zorricientas” por demás hacendosas, bueno no me extenderé en este punto, ya que creo que la idea de lo que es una “musculoca” ha quedado claro y además a los potones como yo y a las vedettes se nos ha prohibido desde tiempos inmemoriables el discutir acerca de glúteos mayores.
En fin. R. conoció a Marco, a quién vio en fotos, de aquellas que bien podrían ser publicadas en Men’s Health, el tipo era sin miramientos un “cuero”, guapo de cara, cabello ensortijado, un cuerpo que bendecía a las largas horas, días, semanas y años de rutinas forzadas en el gimnasio, una sonrisa de campeón genético y unos tatuajes que parecían cobrar vida con cada flexión de sus músculos, en resumidas cuentas un dios griego asomándose en las riberas sudamericanas de la una vez ciudad de los reyes, y además con un gusto particular por chicos flacos, trigueños y semi velludos, por lo que mi amigo R. era desde todo punto de vista el hombre de sus sueños.  El susodicho Marco pregonaba ser moderno activo y además con atributos que llegaban casi a la talla “ideal” en el mundo gay jajaja, y eso le encantaba a R. quién en una racha de mala suerte o buena suerte según el ángulo, había estado haciendo de activo con sus últimas parejas y como bien dice él: “el cuerpo pide, pes!”. Así que aparentemente el “negocio” sería redondo, ambas partes saldrían ganando.  Se citaron en un punto neutro como es de costumbre, ya que uno nunca sabe que puedas llegar a pescar en las salas del chat, por allí, no eran sus fotos, ya que ambos habían accedido al chat a través de sus celulares. Marcos activó las glándulas salivales de R. en cuestión de segundos, se estrecharon las manos, y R. estaba a punto de lanzarse a sus brazos, pero la calle estaba muy transitada, se fueron a tomar un café, y luego de sentir que Marco no dejaba de recorrerlo con su mirada, y de rato en rato se acomodaba la ropa interior delatando una erección incomoda por la estrechez de sus jeans, R. se jugó su mejor carta y le dijo, quieres ir a mi cuarto, Marco asintió sin dudarlo, se enrumbaron a su destino y al llegar azotaron la puerta tras ellos y giraron besuqueándose, con ese ritmo cadencioso con que giran los dientes de león en el viento fiero de invierno, y se arrancaron las ropas como si fueran de papel de seda, pero la magia se acabo, cuando mostro su “armamento”, y es que así como sus bíceps podrían rayar en exageración, sus apreciaciones hacia su pene también habían sido exageradas, mi amigo R. se hundió en una vorágine de decepción, la cual la asumió, la mastico y la escupió, cuando Marco se puso de rodillas y bueno ya se imaginan…R. y Marco la pasaron bien, aunque Marco no fuera el príncipe encantado que R. estaba esperando, sirvió al propósito. Una hora después de la partida de Marco, R. me mando un mensaje de texto diciendo: “Gordo, musculoca de dizque 19cm en mi cama…’ta mare, era chipi jajajaja”. Yo respondí: “Jajaja, tú y tus cochinadas…cuéntamelo todo!”.

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