Soy un hijo
de los 80’s, de la época del techno, de los versos lascivos de los cuentos de
la cripta. Soy un hijo de los 80’s nacido en la época de los apagones, de los
coches bomba, de las colas interminables por un kilo de azúcar, de los cortes
de agua sin previo aviso. Y de la siempre machista televisión peruana cuyo
rasgo primigenio ha sido siempre el ridiculizar a las personas LGBT.
Crecí con
la imagen de que ser gay, era no sólo un pecado capital, sino lo peor que
podría pasarle a alguien, crecí creyendo que ser gay significa que uno debe
vestirse de mujer o dedicarse a la cosmetología – sin ánimos de ofender a
quienes optan por hacerlo.
Crecí en
los 80’s y 90’s en el oscurantismo místico, en el que quien fuera gay sería
socialmente lapidado, excomulgado de su círculo familiar ipso facto, y al que
sus amigos ridiculizarían simplemente por el placer de sentirse “normales”.
Y aun
cuando la figura del gay, lesbiana, travesti y bisexual no ha cambiado mucho en
la concepción cavernaria popular, pues para muchos somos y seguiremos siendo
unos degenerados, ciudadanos de segunda categoría y una mala influencia
sobremanera, pues ya no creo en las categorías, ni las limitadas opciones que
se me mostraron desde pequeño, hoy a mis casi 35 años, creo que la vida no me
trato para nada mal, tengo una familia, que con quien a veces nos queremos
agarrar de las “mechas”, siempre están allí para mí, amigos que me
defienden si alguien trata de ponerse “sabroso”.
Soy un hijo
de los 80’s y de los 90’s, y aun habiendo crecido con toda la mierda
televisiva, el menosprecio a los miembros de la comunidad LGTB y la manera
castrante y peyorativa de las autoridades gubernamentales y eclesiásticas, encontré
lo que estaba buscando, me encontré a mí mismo, estudié lo que me gustó y me
dedicó a algo que me da mucha satisfacción, descubrí que ser gay no me impedía
estar en un aula, y mucho menos el llegar a ser feliz. Soy uno de los pocos
afortunados que ha logrado tener una pareja estable, formado un hogar y
estrechar lazos con su familia política.
A menos de
un mes de cumplir 14 años de relación con mi gordo, puedo decir que he sido
bendecido, ya sea que nací con una buena estrella, o que me bañaron con ruda a
diario, o que me echaron la bendición, o lo que deseen que quieran creer. Heme aquí,
un gordito con risa cachacienta, cariñoso cuando lo desea y con quien lo
merece, jodido como él solo, a veces medio despistado y torpe, con un lenguaje
bastante “colorido” y con una mente que a veces necesitaría ser remojada en lejía
y escobillada con rudeza. Heme aquí, simplemente un ser humano y uno muy feliz.
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