Hay placeres sencillos y efímeros como el aroma de canela y vainilla Que te recuerdan a tu abuela cocinando, A ese tiempo en que la vida era sencilla, A ese instante que anhelas revivir cada domingo por la tarde. Hay placeres más densos como el sabor del chocolate caliente, Y un abrazo en una noche de lluvia, Cuando las ventanas son garabateadas por penas ajenas, Que caen del cielo como súplicas que nunca fueron oídas. Hay placeres frescos como la caricia del viento, Una tarde de invierno mientras se observa el atardecer desde el puente Villena, Y se susurra mentalmente las culpas propias y ajenas, Y se pide un poco de paz, un poco de calma para los pensamientos inquietos como olas. Hay placeres que duran un poco más, como una costra formándose sobre una herida, Y tenemos que refrenar la urgencia de arrancarla, Sabiendo que cuando se desprenda por cuenta propia, Habremos sanado, y la cicatriz no será más que un recordatorio de lo fuerte que somos.
Escribiendo lo que pienso, lo que hice y lo que hago!