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Tía Trini

Ayer nos hubiésemos abrazado con mucha fuerza, nos hubiésemos dado un beso en la mejilla, como los que siempre me has dado desde que tengo memoria…ayer hubiésemos comido algo sumamente delicioso, sin importarnos siquiera el incómodo calor y te hubiese oído decirle a mi abuelo chato y a mi abuela hermana, y reír de la manera que aún resuena en mis memorias más límpidas…pero las cosas no siempre suceden como uno las planea, como uno las imagina…las cosas a veces cambian su rumbo como una pelota lanzada al arco, como una flor desprendiéndose del árbol y arremolinándose sutilmente hasta posarse sobre el suelo, la vida traza sus propios caminos como las lágrimas cobre mis regordetas mejillas mientras escribo este post.
Y quisiera haber pasado el 28 celebrando tu cumpleaños, el Año Nuevo Chino, pero no fue así, pues te nos fuiste en el mismo mes que naciste, con el mismo sol incandescente, pero con mucho más amor del que creo que podré cosechar en mil y una vidas. El 14 de enero te dije adiós con un beso en la frente, mientras miraba de reojo un monitor electrónico que pulsaba registrando tus latidos haciéndose más tenues a cada segundo, te di un beso y me despedí y aun cuando no respondiste, quise y quiero creer que también me dijiste adiós, con ese pitido electrónico que se hacía agudo y luego quebradizo.
Tomando la mano de una de las mujeres más importantes de mi vida, mi abuela, mi querida Ortiz, sentados en una banca incomoda, entre un centenar de personas entre conocidos y extraños, nos dijeron que habías partido, que regresaste a la fuente de todos los espíritus y que desde allí en comunión con mi bisabuela Eugenia, mi abuela Graciela, y mi tía abuela Dominga, nos cuidan y derraman bendiciones…las matriarcas, las hermanas, las amigas, desde algún lugar en el infinito nos están cuidando.
Mi corazón se desprendió como un fruto demasiado maduro y cayó y para no derrumbarme me aferre a la mano de mi abuela, y su cabeza se apoyó en mi hombro como buscando un consuelo recíproco…te nos fuiste María Trinidad Ortiz Estrada. El domingo 15 te volvi a ver, ya sin tubos, con un rosario en la mano, serena, con tu cabello ordenado, y junto a mis abuelos, mis padres, mis tías, tíos, mis hermanas, mi hermano y mi gordo, te dijimos nuevamente adiós.
Entre miles de flores y murmullos ensordecedores todos te llevamos a tu última morada, en una comparsa fúnebre inmensa, y eso solo puede revelar el cariño que te tuvimos, el mismo que solo es un reflejo de lo que nos diste. Nuestras oraciones, nuestros recuerdos más vividos y gozosos junto a ti, nos dieron la fuerza para marchar a tu lado allá donde uno se despide de los suyos y de ellos sólo guarda lo más valioso…sus recuerdos.

Y te recordaré cada día de mi vida, cada día de la madre, cada navidad y cada 28 de Enero con mucho más ahínco…y desde aquí, aunque no lo leas y sólo me hayas observado con disimulo mientras escribía tratando de o romper en llanto….me despido…pero no con un adiós…sino con un hasta luego, hay otro lado del puente nos encontraremos y volveremos a cocinar juntos. 

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