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Los hijos de mis amigos

Nunca falta quién me pregunta si César y yo nos casaríamos de aprobarse la ley, y la respuesta es siempre un quizás. Asumo que si lo hiciésemos sería por y para nosotros mismos, no para probarle nada a nadie, ya que estos más de catorce años son prueba más que suficiente que lo nuestro si va en serio. También suelen preguntarme si adoptaríamos y la respuesta es un categórico no, y no porque no crea que ambos podamos ser capaces de crían a un niño o a una niña y brindarles el amor y sobretodo enseñarles que a lo único que debe uno de temerle es a sí mismo, y que si tiene a una familia que lo apoyo, pues el mundo no parece ni tan grande ni tan temible. Y aunque suene un cliché sumamente egoísta, simplemente no nos vemos alterando nuestras rutinas diarias, en especial yo por alguien más…despertarme a alimentar a alguien cuando yo no tengo hambre, que alguien se apodere de la televisión para ver Peppa Pig o cualquiera que sea el programa de moda, o me haga rabietas cuando tengo un shopping spree, o peor aún que interrumpa mis siestas vespertinas, pues no es lo mío.

Creo haber tenido mi dosis de cambios de pañal, de preparación de biberones y papillas, de lidiar con alguien que puede ser más intransigente y engreído que yo mismo. Ya tuve mi cuota, y quizás mis amigos y amigas me digan que la vida no es así, que es bacán tener hijos, que no lo cambiarían por nada del mundo. Y bueno, bien por ellos, pero tampoco me quieran vender la idea de que todo es color de rosa, pues los conozco y los he visto desvelados, malhumorados, preocupados, pero bueno, como siempre lo digo, tener hijos no es sólo una decisión muy seria, sino también muy personal.

A veces mis amigos me dicen que soy un ingrato, que no los visito ahora que tienen hijos y quizás tengan razón, pero yo no soy amigo de sus hijos, soy amigos de ustedes, a sus pequeños retoños no les debo una visita, no soy yo el que ha cambiado sus rutinas y sus hábitos por terceros, y tampoco me pueden venir con el cuento que me han dado un sobrino más, pues yo no lo pedí. O fue una decisión propia de una pareja o simplemente se les chispoteo y caballero nomás.  Yo no quiero tener hijos, y el hecho de que ustedes los hayan tenido es un asunto suyo, bien por ustedes no es lo mío, no lo será y por tanto no estoy en la obligación de soplarme los llantos, los berrinches, los cambios de pañal, las vomitadas y un largo etcétera.

Muchos me dicen que me he alejado, pero eso es solo un punto de vista unilateral, pues yo también podría aducir que son ustedes los que se han alejado desde que tienen hijos y de seguro me contestarán indignados que sea consciente y que entienda que los hijos demandan tiempo y yo responderé serena y hasta cínicamente que efectivamente, necesitan de tiempo, pero no del mío. Si no tengo hijos porque soy muy renuente a cambiar mis rutinas, que les hace pensar que las cambiaré por hijos que no son míos. Según ustedes me he alejado desde que tiene hijos, y no han pensado que yo también podría decir que desde que han tenido hijos, se han alejado de mí, ya no pueden quedarse a conversar en sala de profesores, ya no podemos salir por un antojito o simplemente de window shopping.


Y bueno, ya pueden hacer hígado, ya pueden bloquearme de sus redes sociales, ya pueden tacharme de su lista de amigos. Pero sus hijos son suyos, no míos y no debo de adaptar mi mundo a ellos. Y bueno si eso significa que me quede sin su amistad, pues que puedo hacer, no fui yo quien cambió.

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