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El fin

Encender una vela, quemar aceite esencial de vainilla, hacer girar concéntricamente mi aro de plata alrededor de mi lapicero favorito, acariciar con la yema de los dedos el cuarzo rosa que tengo sobre la mesa de centro de la sala, repasar las letras pintadas sobre la madera pulida de mi tabla de ouija y frotar suavemente aceite esencial de manzana sobre ella…nada parece dar resultado, es tan frustrante, es como querer atravesar todo un desierto, atravesar un bosque de espinas ponzoñosas, cruzar un río hediondo sobre una balsa enclenque y apolillada, subir una pendiente de piedras que se desprenden como animadas intencionalmente, para luego encarar un muro de concreto liso y alto y sobre el un cerco eléctrico que me achicharraría con el solo roce de mi intención más heroica…en verdad vale el riesgo ponerse a meditar sobre si mismo, el tratar de escribir, el emprenderse en esta búsqueda de una idea que te satisfaga a niveles genéticos y luego darle rienda a tu imaginación, pues creo que sí, pero, a veces resulta más aterrador el silencio absoluto que el bullicio de una potencial balacera citadina.

Que incómodo es el silencio de la misma mente, el estar como con estreñimiento creativo, el sentarse horas frente a un teclado, golpeando ambos parietales entre mis manos, un ritmo sincopado como el de un péndulo en la oficina de un terapista especialista en hipnosis, esperando que una idea decente martille mi conciencia y luego nada, solo el silencio nefasto interrumpido a intervalos regulares por mi propia respiración o el pasar de mi saliva y la única oración carece de decencia y lo único que hace es traer recuerdos de una niñez, sepultada bajo décadas de vivencias, miles de poemas eróticos, una tonelada de letras confluyendo desde los libros que atesoro hasta la psique más enclenque con la que nací, que hago cuando en lugar de tener una idea que pueda revolucionar el sentido con que gira la tierra, o simplemente pasmar el intransigente paso del tiempo se reduce a; “Me hirve la cabeza”, si, y para hacerla aún más atroz y pesarosa, la gramática de la misma, resulta tortuosa. Pero a eso se ha reducido mi imaginación en los últimos meses, a una constante como la noche, como el silencio arremolinándose y lamiendo las mamparas de mi sala, opacando las luces de la ciudad. Allá donde otros procuran reír, salir a pasear, confraternizar, atiborrar sus papilas gustativas con suculentos manjares, heme aquí, esperando iluminación a este cuajo nebuloso que se ha vuelto mi imaginación, heme aquí enjugando lo más morboso de mi ser para tentar a la suerte, pero falló una y otra vez, me siento como una computadora lenta e infectada por un virus y por tanto ha sido reseteada sin piedad alguna.

El reloj no se detiene ante mis suplicas y arremete contra mi vida marcando nuevamente las 10;30 de la noche, hora de servir la cena, de inmiscuirme en menesteres propios de un “desperate housekeeper” San Miguelino, preparar la lonchera del día siguiente, terminar de revisar las notas para mis clases, encender la Tablet y esperar que ese destello azulino se torne blanco y luego revele las letras formando hileras de un ejército destinado a dominar mis sueños esta noche, leo las 25 páginas habituales, le doy un beso a mi gordis, nos acurrucamos en ea promesa tan nuestra de amarnos, y bueno…ya tu sabes jajaja…sorry, ya estaba a punto de escribir la versión Perucha de “Fifthy shades of Grey”. Para no desentonar con los ardores de mi personalidad múltiple y de mis rasgos delineados por OCD, despierto una hora antes de que suene el despertador y me derrito en la envidia de poder dormir tan profundamente como mi amado acompañante.


En ese confinamiento tibio y acogedor, donde sus ronquidos parecen tener la misma frecuencia que mis latidos, procuro soñar despierto, imaginarme que escribir y luego, me doy por vencido, aún hoy no sé de qué escribir, sino acerca de esta penuria tan mía de sentirme seco de ideas ¿Será que la vida como la conocía, entre rimas, versos y comentarios notoriamente pervertidos ha llegado a si fin? ¿Será acaso que me estoy haciendo más viejo de lo que a veces me siento? ¿Quizás este el último post de mi blog? ¿El punto final a mis historias? ¿Es que acaso ya he expiado todas mis dudas? ¿Es que acaso la vida misma se ha vuelto tan sencilla, tan dulce y al mismo tiempo tan perniciosamente silenciosa? ¿Quizás me he perdido a mí mismo en estos doce hermoso años? ¿Quizás mi imaginación se ha vuelto escueta con cada kilo que he perdido en los últimos meses? ¿Quizás ella (mi imaginación) está más esbelta de lo que yo luzco?...no lo sé…en realidad anhelo el volver a escribir, el levantarme con una idea alocada en la punta de mi lengua, anhelo el que mis dedos den pequeños, copioso e incansables brincos sobre las teclas de mi laptop y escribir algo remotamente decente y quien sabe hasta más extensa que mi propia vida.

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